Lali decidió no dejar que el dolor se apoderara de ella e intentó volver a lo que estaba diciendo antes de que Peter hubiera hablado con aquella cruel sinceridad.
-El doctor Lerther me dijo que no te contara nada que pudiera preocuparte.
-¿Por eso me dejaste creer que estaba casado? ¿No te parece que eso puede ser muy preocupante para un hombre que cree que es soltero? —le espetó Peter.
-Espero que aprecies tu libertad ahora que sabes que nunca la perdiste.
-Yo nunca perdí mi libertad, me la robaste tú -contestó Peter mirándola con asco-. Me hiciste creer que eras mi esposa y ahora todo el mundo lo cree así. Lo cierto es que, sobre el papel, soy un hombre casado, así que no puedo negar esos rumores y los periodistas han conseguido sacarte fotos.
Lali se sintió terriblemente culpable.
-Supongo que eso será una vergüenza para ti.
-No es fácil avergonzarme -contestó Peter con sequedad.
-Lo siento mucho -murmuró Lali.
-Sentirlo no es suficiente para satisfacerme. Querías ser mi esposa, ¿verdad?
Lali palideció.
-Querías ser mi esposa y no dudaste en mentir para situarte en ese papel -se burló Peter.
Lali se sintió avergonzada y humillada.
-Sé que parece que hice mal, pero...
-No quiero escuchar tus excusas. Parece que hiciste mal porque hiciste mal. Has deshecho mi vida. Dejé a mi amante por ti...
-¿Cómo? -contestó Lali mirándolo con los ojos muy abiertos.
-La preciosa mujer que fue a verme a casa… era mi amante y la dejé porque tú me hiciste creer que era un hombre casado.
Lali cerró los ojos.
¿Cómo había sido tan tonta de creer que un hombre como Peter no iba a tener a otra mujer en su vida y en su cama? No había querido aceptar aquella posibilidad porque, si lo hubiera hecho, su posición hubiera sido insostenible.
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