SEGURA de que pronto se reuniría con Ben, Lali supuso que pronto se tranquilizaría. Sin embargo, ver
a toda la tripulación hincarse de rodillas para saludar a Peter cuando subieron al jet privado no contribuyó a que lo hiciera. Hasta aquel momento no había asumido realmente que él fuese un príncipe, pero aquel solemne respeto intimidaba. El lujoso interior de la cabina, grande como el salón del piso de su prima, la dejó boquiabierta. Apoltronada en un sillón de piel, rodeada de revistas, refrescos, y una variedad de películas que la tripulación le había ofrecido, se sintió como si se hubiese ganado en un concurso las vacaciones de su vida.
Según pasaba el tiempo, se dio cuenta de que Peter atraía su mirada como un imán. Cuanto más tiempo pasaba cerca de él, más la fascinaba. Observó la extraordinaria longitud de sus espesas pestañas, la suave línea de sus altos pómulos, la perfección de su fina nariz y la sensual curva de sus labios. Cuando hablaba por su teléfono móvil, primero en francés y luego en español con total fluidez, sus ojos esmeralda brillaban de inteligencia y energía.
De repente, él dirigió una mirada hacia ella y la pilló con los ojos clavados en él. Le resultó imposible controlar su respuesta instintiva: una oleada de calor la asaltó, ruborizándola como una amapola. Se apresuró a desviar la mirada mientras se le aceleraban los latidos del corazón.
Apretó los dientes, furiosa consigo misma. ¿Qué le pasaba, por qué actuaba como una colegiala? ¿Por qué se comportaba como si estuviese ávida de sexo? Al asaltarla semejante sospecha, se puso aún más colorada. No creía en el sexo sin amor, y cuando había defendido una y otra vez su punto de vista, más de uno se había burlado de ella.
Peter se estiró en su asiento y contempló a su arrebolada novia con cínico placer. Si hubiese sido de público conocimiento que ella era su esposa, la habría llevado a la gran cama del camarote principal para calmar su excitación. Nunca había recibido una invitación más explícita. Sin embargo, era necesario que fuese discreto, debía primar la sensatez. Pronto correría la voz de que tenía una mujer en su casa del desierto, ya que el chismorreo era habitual en Quamar, pero ello sería aceptable mientras él no hiciera ostentación de ello y aparentase seguir soltero.
Además, el rumor mantendría a Belen a raya, reflexionó Peter, con una expresión implacable en los ojos. Belen, con quien había deseado casarse una vez. Belen, a quien había adorado con romántica pasión hasta que Pablo se fijo en ella. La ambición triunfó y, aunque su hermano le doblaba la edad, Belen había rechazado al hermano menor para convertirse en la tercera mujer del heredero al trono. Pero desde la muerte de Pablo, Belen se estaba comportando con peligrosa falta de propiedad.
¿Estaría condenado a pagar eternamente por los pecados de su hermano?, se preguntó Peter con amargura. Allí se hallaba, con otra de las mujeres de Pablo, forzado a unir su noble apellido con el de una cualquiera que no merecía respirar el mismo aire que las mujeres de su familia, una ambiciosa despreciable que ni había pestañeado al enterarse de la muerte del padre de su hijo. Con el rostro tenso, la observó. Sin embargo, ella tenía carácter. Le gustaban las mujeres decididas. La haría llevar esa maravillosa melena suelta para su propio placer aunque tuviese que ordenar a los sirvientes que destruyesen todos los pasadores de pelo de Anhara. La idea de echarla sobre su cama y enloquecerla de deseo lo llenó de un impaciente anhelo que llevaba tiempo sin sentir. Pablo había comprado sus favores, pero sería él quien la poseyera realmente.
Mientras el jet se movía por la pista hasta detenerse y bajaban luego las escalerillas, Lali no se movió de su asiento, mirando el moderno aeropuerto. Nunca antes había estado con un hombre que le hubiese presta do tan poca atención. Estaba ocupado, de acuerdo, pero un poco de conversación no lo habría matado,¿no?
Se sintió imbécil cuando él se dirigió a desembarcar sin siquiera mirarla. Se apresuró a alcanzarlo.
-¿Tienes un velo o algo con lo que cubrirme?-le susurró con urgencia.
-Perdona -dijo Peter, lanzándole una mirada de burla-, pero un velo sorprendería más que tu rostro. Las mujeres no se cubren en Quamar porque no somos musulmanes. Somos un país cristiano.
A Lali se le subieron los colores y deseó haber tenido la oportunidad de saber algo más sobre el país que sería su hogar durante al menos las siguientes semanas. Hacía calor y la tensión nerviosa la hizo acalorarse todavía más. Tampoco resultó una sorpresa agradable ver que Peter se dirigía a una helicóptero en vez de al edificio del aeropuerto. -¿Seguimos viaje?
-Sí.
masssss
ReplyDeletenovela
ReplyDeletejajaajaj peter ya la quiere domar, para que haga lo que el quiere, lali le va a dar pelea mas
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