Wednesday, December 16, 2015

capitulo 12

— Chantaje ó no, es una actitud mucho menos sórdida de lo que tú me hiciste. Cambiaste sexo por informaciones en tu provecho. Me vendiste por treinta dineros. ¿Qué tipo de criatura eres, Lali? Y me usaste... — Yo jamás usaría a alguien de esa manera. — Vas a pagar ahora por lo que hiciste, cara. Y no te preocupes dándole explicaciones a Haland. Todo está acabado entre ustedes dos, te te garantizo, y él nunca sabrá de lo que escapó, gracias a mi interferencia. OK, basta de plática, te pasaré a buscar mañana a las ocho de la noche. Precisas descansar un poco ahora. Lali tragó en seco y comenzó a salir del coche. Pero Peter la agarró, como si ella fuese una muñeca, y la hizo sentarse de nuevo. — Ven acá... —dijo. — Sácame las manos de encima. — Quiero un anticipo ahora. —la agarró de los cabellos, haciéndola erguir el rostro. — Déjame... ir —Lali rumió. — Precisas algún entrenamiento, cara. Luego vas a ver como no podrás vivir sin mí. — ¡No! —Lali gritó. — Nunca me digas que no. Y, si me cierras la puerta en las narices, yo la tiraré abajo. Peter la sostenía con fuerza. El corazón de ella latía descontroladamente y una violenta excitación la hacía vibrar. Sus senos ya estaban rígidos, y aparecían bajo la fina blusa; los pezones dolían. — Para con esto... —ella insistió. — Pero no estoy haciendo nada... aún. Él bajó la cabeza y presionó los labios calientes en el cuello de Lali. Una sensación devastadora se apoderó de ella. En un acto espontáneo, ella le agarró los hombros. Del cuello Peter pasó a los labios; con la lengua, la forzó a abrirlos. Y penetró en el interior de su boca, demostrando habilidad profesional. Lali enterró las uñas en la espalda de él con una pasión salvaje como jamás experimentó antes, y que la consumía. Correspondió a los besos con frenesí. De súbito, Peter se alejó y la empujó para atrás. — ¡Que talento el tuyo! —exclamó. — Tal vez haya elegido un castigo equivocado. Ó tal vez pienses que me vas a convencer de perdonarte. Lali limpió sus labios con el dorso de la mano, enojada. Sus ojos color chocolate brillaban de odio. Salió del auto y se quedó de pie en la calzada; se avergonzó al descubrir que sus piernas casi no podían sustentarla. — Si no me dejas en paz, vas a ver que estará creando aún más problemas. — ¿Es una amenaza? —indagó él, con voz suave. — No, Peter, no es una amenaza. No acostumbro hacerlas. Es apenas un aviso. Destruiste mi vida años atrás, y sólo ahora descubro porqué... — Lali casi no conseguía hablar, su garganta estaba cerrada. Con esfuerzo, balbuceó: — Pero no fui yo quien negoció con las informaciones confidenciales. Te equivocaste mucho al... — ¡Maldición si erré! —Peter maldijo.

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