Thursday, December 17, 2015
capitulo 27
Lali se sonrojó. Tomada por sorpresa, no tuvo tiempo de prepararse
para fingir indiferencia.
— Yo...
— No reaccionaste con él, ¿ó si? —indagó Gimena. — ¡Otra vez! No voy a
aguantar más eso. Tomaré el arma de Alejo, iré a Londres y mataré a aquel
desgraciado.
— ¡Gimena!
— ¡Cierra la boca! —ordenó Gimena. — Tú lo proteges. Aún lo proteges.
Nicolas y yo ya nos ofrecimos para llevarlo a tribunales, pero no quieres...
— No estoy protegiendo a Peter. Estoy protegiendo a Alegra —Lali
susurró. — Sabes como un caso de esos traería publicidad, y no estaría en
condiciones de esconderle el hecho a ella. No podría llevar al padre de mi hija a
juicio.
— Dormiste con él una vez. Y ahora, ¿lo volviste a hacer? —Gimena
preguntó, incrédula.
— No quiero hablar del tema. —Lali estaba pálida.
— ¿Aún lo amas?
— No seas ridícula.
— Eres mi hermana, pero no te entiendo. —Gimena ahora hablaba con
voz trémula. — Gaston te adora. Es un muchacho simpático, cariñoso, y tiene
éxito en los negocios. Si quieres llevar la vida a tu modo, ¿por qué no con Gaston?
Al menos un día él se casaría contigo.
— Es mejor que me apresure, ¡de lo contrario me atrasaré! ¡Tengo tanto
que hacer! —observó Lali, ignorando las palabras de su hermana y subiendo
al cuarto.
Dos horas más tarde, después de haber lavado los platos del almuerzo,
fue a sentarse al lado del viejo Alejo que dormitaba en la silla de mimbre, en
el jardín. Un gran sombrero de paja le cubría el rostro.
— ¿Con problemas de nuevo? —él indagó, haciendo saltar a Lali. Ella
creía que Alejo estaba entregado a un sueño pesado.
— ¿De dónde sacaste esa idea? —Lali preguntó.
— Oí a Gimena discutiendo contigo. —él suspiró. — ¿Qué tal pasar el
otoño con Alegra en mi casa de campo? Ambas precisan un poco de privacidad.
— Creo que si. —Lali se sonrojó, preguntándose cuanto habría oído de
la conversación.
Los niños jugaban en el jardín, en una casa de madera que Nicolas
construyó para los cuatro. El día estaba lindo pero el sol no conseguía elevar la
moral de Lali. Ella ya había partido de Londres hacía dos semanas. No
comía ni dormía bien. El silencio del campo, esta vez, no ejercía la magia de
siempre.
— Quiero mucho a tu hermana, pero reconozco que su vida fue muy fácil
hasta ahora. Se casó con su amigo de la infancia, a los 19 años, y nunca tuvo
que luchar por su supervivencia. Todo lo que ella deseó le fue presentado en
bandeja: un marido, un hogar, hijos. Hazle acordar de esa realidad la próxima
vez que discutan.
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