Monday, December 21, 2015

capitulo 64

— Bueno, pienso en no continuar siendo tu esposa. Y déjame decirte: 24 horas fueron más que suficientes para tomar esa decisión. No puedo cambiar tu punto de vista sobre mí, pero, lo mejor de todo eso, es que ahora no me importa ya. No me interesa lo que piensas. ¡Tampoco me interesa donde vas! — No voy a ninguna parte... — Oh, espero que cambies de idea. Siéntete libre. No me considero casada contigo. — No seas ridícula, cara. — No estoy siendo ridícula. Por el contrario, con gran generosidad de espíritu, decidí darte una segunda oportunidad. — ¿Decidiste darme una segunda oportunidad? —Peter susurró. — Si. Estropeaste todo en una única noche. Y yo estaba dispuesta a hacer de nuestro matrimonio una verdadera unión. No me sentía preparada a ser recibida con una serie de amenazas y venganzas tuyas... — ¿Mis qué? —Peter gritó. — ¡Odio tu atrevimiento! ¡No desearía tu precioso perdón mismo estando al borde de la muerte! Y si tú estuvieras muriéndote, acostado ahí en el piso, ¡no tendrías mi perdón por lo que me haces! Peter cayó en una carcajada. Y eso fue como tirar un fósforo encendido en un montón de pólvora. Lali se inflamó. Levantó su mano para abofetearlo, pero Peter le tomó la muñeca en el aire. Con los dientes apretados, ella intentó darle puntapiés para que la soltara. Peter soltó su mano y la cargó. — ¡Ponme en el piso! —ella ordenó. Peter sonreía, divertido. Y dijo: — Estoy actuando en legítima defensa. La carismática sonrisa de él hizo a Lali pasar del odio a la completa perplejidad. Si estuviese de pie en el piso, se habría caído, tal era su aturdimiento. Y, mientras luchaba contra esa alarmante realidad, Peter la irguió más alto aún y la abrazó con fuerza. — ¡Ponme en el piso! —repitió, con mucho menos volumen ahora. — Siento un violento deseo de besarte —Peter susurró con una voz ronca que provocó escalofríos a lo largo de la espalda de ella. — Olv... olvídalo. En franco desacuerdo, Peter la acomodó mejor colocando los brazos de ella sobre sus hombros y sosteniéndola de las nalgas. La besó entonces. Lali se estremeció, luchando contra el poder de Peter para hacer que cada fibra de su cuerpo vibrase, y horrorizada por corresponder a aquella pasión. Desilusionada, ardiendo en deseo, lágrimas de repente escurrieron por sus mejillas. Despreció su debilidad, se despreció por no haber intentado evitarlo. Al final, ¡permitió que Peter llegase al punto que llegó! Abruptamente, él la colocó en el piso. — ¿Lali? —Peter parecía aturdido.

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