Saturday, December 19, 2015
capitulo 47
Varias veces se dijo a si misma que le sería indiferente ser rechazada por
Peter. Pero en verdad sufría pues en toda su vida nunca se sintió tan
rechazada y tan sin posibilidad de defenderse.
Un largo baño la relajó. Salió del baño y se quedó pasmada al
encontrarse con una joven empleada colocando ropa encima de la cama.
— Esa ropa no es mía —Lali declaró, tocando con dedos trémulos las
piezas caras de lingerie, incluyendo una camisola negra, de seda, llena de
encaje. —¿Dónde está mi ropa?
La empleada, que casi no hablaba inglés, preguntó, ansiosa:
— ¿No le gusta, signora? —y abrió las puertas de un enorme ropero
donde había una infinidad de vestidos.
Atónita, Lali abrió otra puerta y encontró más cajoneras. Las gavetas
estaban repletas de lingerie, de sweteres y zapatos de todos los tipos y colores.
La empleada salió, dejando un vestido negro, strapless, encima de la
cama. Lali dedujo que fue elegido por Peter para que usara aquella noche.
Se vistió, arregló su cabello, y dio unas vueltas frente al espejo. Sus
hombros blancos contrastaban con el negro del tejido.
Que bueno que fue Peter, pensaba, dándole aquella maravillosa
sorpresa. De hecho, ella frecuentaría un nuevo mundo donde las personas se
vestían elegantemente para cenar, todas las noches. Y, sin hacer mucho alarde,
Peter se encargó de eso.
Ni bien estuvo pronta, descendió. Al llegar al hall no sabía para donde ir.
Pero el mayordomo apareció y, viéndola indecisa, la acompañó al salón. Peter
estaba allí, de smoking, y la observó con aire de admiración.
El sol se ponía, tiñendo el cielo con una variedad de tonos rojizos.
— Pareces cien por ciento satisfecha, como lo imaginé —dijo él.
— La ropa que me compraste es maravillosa, Peter. Muchas gracias.
— De nada. Si mi esposa se viste pobremente, se reflejaría en mí —le
respondió fríamente. — Y, claro, hay ocasiones en que recibo amigos aquí. Sería
vergonzoso si alguien te confundiese con alguna empleada.
Lali se sintió como si hubiese sido abofeteada.
Paolo, el mayordomo, les sirvió champagne traído en una hielera de
plata. Ella agarró la copa con manos trémulas.
— ¿Qué celebramos? —Peter indagó, con una sonrisa sardónica. — ¿La
institución del matrimonio? ¿Ó tu retirada del mundo que amabas tanto?
— ¿Cómo? —Lali sentía las piernas flojas. Después de algunas frases
Cesare destruyó por completo la ilusión que tenía de que él comenzaba a
ablandar su actitud agresiva.
— No estás vestida como una monja, pero vas a iniciar una vida tan
recluida como si estuvieses en un convento.
— ¿Estuviste bebiendo, Peter? —Lali no encontraba otra explicación
para aquel comportamiento.
Él se rió mucho y respondió:
— Nunca me preguntaste donde vivirías. Pues bien, ahora te lo voy a
decir: aquí.
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