Saturday, December 26, 2015

capitulo 5

Y ahora Peter, que no había dado la más mínima señal hacia ella en cinco años, había vuelto a casa y la estaba esperando. Era algo que la ponía nerviosa. Subió los escalones de la enorme casa aferrada a su bolso como si buscase protección en algo. «La esposa infiel », pensó con tristeza. Pero ella no era su esposa en realidad, se recordó, como lo había hecho desde que había conocido a Benjamin. Tendría que haberle pedido su libertad mucho tiempo atrás. Pero su padre se hubiese puesto fuera de sí, y se hubiera sentido terriblemente decepcionado. Lali se había pasado los primeros diecisiete años de su vida complaciendo a su padre, Max. Y hacía cinco años, por consejo suyo, se había casado con Peter, y ése había sido el error más grande de su vida. Peter le había quitado la libertad, y no le había dado nada a cambio. Pero todo eso era historia pasada, se recordó a sí misma. Hacía apenas dos meses que su padre había muerto, a causa de la enfermedad coronaria que había dañado su salud durante años. - El señor Lanzani la está esperando en la sala – le informó Petros, el mayordomo. Lali se puso más nerviosa aún. Como norma general, ella no veía a Peter hasta la hora de cenar, por lo que sospechó que algo no iba bien. Peter estaba de pie, cerca de la chimenea recubierta de mármol. Era un hombre alto, que irradiaba una presencia extremadamente masculina. Alguna vez había sentido que su corazón se estremecía al mirarlo, que se le aflojaban las piernas, y que le costaba pronunciar cualquier palabra frente a él. Ahora en cambio, Lali lo veía como si entre ellos hubiera una mampara de cristal. Había aprendido a distanciarse de él, como primera medida. Peter, el legendario magnate griego, poseedor de un gran poder y una gran fortuna. Tenía una elegancia natural que aumentaba con el exquisito gusto en la elección de la ropa: zapatos de piel acabados a mano, o un fabuloso traje en tela de mohair y seda. Era un hombre por el que cualquier mujer se moriría, había pensado Lali con la ingenuidad y excitación de los diecisiete años. Y Peter en efecto, era un atractivo hombre, seductor por donde se lo mirase. Un pelo grueso color ébano, la piel dorada, los ojos verdes. Y lo sabía, le gustaba que así fuera, y se valía de ello cuando le venía bien. Una vez, aunque ella casi no lo recordaba, ella había sido el blanco de esa energía sexual que irradiaba. Pero luego todo había cambiado. Lali entró en la sala. La tensión flotaba en el ambiente. Los profundos ojos verdes de Peter la miraron detenidamente. - Tienes corrido el carmín – y los dedos de él volaron hacia su boca. Luego frunció el ceño y le dijo - No tenemos mucho tiempo, así que voy a ser muy breve y directo. Nos vamos a París. - ¿A París? – preguntó Lali como un eco, más que sorprendida. Pero Peter ya había abierto la puerta, y le decía impaciente: - Vamos. - ¿Quieres que vaya contigo a París? ¿Yo? ¿Ahora mismo? - Sí. - ¿Pero por qué?

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