Wednesday, December 30, 2015

capitulo 24

- ¡Siéntate! – la voz de él sonó como un latigazo sobre la mesa. Lali se sintió tan intimidada que se volvió a sentar -. Quiero que me escuches. Lali se puso azúcar en el café sin mirarlo. Pensó que lo dejaría hablar. Pero no le impediría el divorcio. - Hace cinco años yo tenía veinticinco años y tú diecisiete. Eras una niña con un cuerpo de mujer. ¡Y no me excita la idea de acostarme con una adolescente, aunque sea mi mujer! Eso me parecía algo perverso. A algunos hombres les gustan las mujeres muy jóvenes, a mí no. Lali seguía con el café en la mano. Jamás había pensado que Peter pudiera sentirse de ese modo frente a su joven esposa. Y se sintió culpable y molesta por no haberlo pensado. - De todos modos, me odiabas – dijo ella pálida. - Estaba resentido contigo. No creo que haya llegado a odiarte. Simplemente te descarté de mi vida. Estábamos obligados a estar juntos, y yo resolví esa situación a mi manera. - Disculpa, si te repugno – dijo Lali nerviosa, e inmediatamente se dio cuenta de lo infantil que había sido su comentario. No quería revolver el pasado doloroso. - Comencé a trabajar a los catorce años en uno de los barcos de mi padre. Él era un hombre anticuado. Quería que yo empezara desde abajo y fuera ascendiendo, porque él lo había hecho así. Yo sabía que necesitaba una educación. Los siguientes ochos años fueron años de dieciocho horas de trabajo. Mi vida consistía en matarme trabajando y estudiar para mantenerme al día; y a la vez hacía negocios y transacciones en la bolsa. No tuve una verdadera juventud. No tenía tiempo para nada – se quejó Peter con amargura. Nunca le había hablado así. La turbaban sus palabras. Alzó la taza de café, buscando su calor para sentirse menos indefensa. Había tenido una vaga idea de lo que habían sido sus primeros años de trabajo, pero no hasta qué punto su juventud había carecido de alegría y placer. - No entiendo para qué me cuentas todo eso. - Quiero que comprendas lo terrible que era para mí verme obligado a casarme cuando no estaba preparado para ello. - Lo comprendo - dijo Lali. - Finalmente alcancé la cima. Por fin era libre como para disfrutar de lo que había podido disfrutar cuando era más joven. - Eras libre para acostarte por ahí con quien quisieras. Y entonces te pusieron las bridas y te ataron a mí, ¿no? - Dios... Sí, si quieres ponerlo en esos términos. Pero no anduve acostándome por ahí. Tú eres una mujer. No puedes comprenderlo. Es una etapa que debemos pasar los hombres. Y yo la viví más tarde que la mayoría. «Sexista», pensó ella. Y además dudaba que hubiese dejado una sola mujer sin explorar, a excepción de su esposa, claro. En cambio ella no tenía derecho a lo mismo. La había dejado en un estante, olvidada. La invadió una amargura infinita. - Me hago a la idea. Una excusa perfecta y original para el adulterio. ¡Es brillante realmente! - No me estoy disculpando. Me casé contigo bajo amenazas. No lo hubiera hecho de otro modo. No estaba preparado para comprometerme de ese modo con ninguna mujer a los veinticinco años. Era mejor dejarte sola que compartir la cama contigo y andar por ahí con otras, como probablemente hubiese hecho.

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