Thursday, December 17, 2015

capitulo 33

Ella estaba completamente sin control, el corazón disparado. Se agarraba a Peter, a sus cabellos, al cuello, y le acariciaba el vientre firme. Inesperadamente, alguien golpeó la ventana del coche, gritando. Lali irguió los pesadas párpados, bien lentamente. Una alarma contra incendio no tendría efecto más desastroso. Ella sentía su alma separada de su cuerpo. Peter maldijo en italiano, furioso por haber sido interrumpido. — Cristo... Tú, Lali, me haces hacer locuras —la condenó abruptamente, sentándose en la butaca. Lali se sentó también. ¡¿Ella lo hacía hacer locuras?! ¡¿Ella?! El eterno síndrome de Eva, Lali reflexionaba amargamente. Sólo en aquel instante reconoció el coche rojo estacionado, y evidentemente abandonado a las corridas, a un lado del portón... Era el auto de su hermana. Lali quedó pálida de horror. Peter, inconforme por haber sido sorprendido en aquellas circunstancias, e inexplicablemente, en vez de irse, como Lali esperaba, abrió la ventana en busca de aire. Lali se encogió, escondiéndose detrás de él, en pánico al oír a su hermana gritar. — ¿Creé que este es un lugar para encuentros de amantes? —Gimena no conseguía disfrazar su irritación. — ¿Cómo osa estacionar en la entrada de mi casa, y portarse de manera ultrajante? ¡Eso es una vergüenza! Aterrada, Lali susurró al oído de Peter: — ¡Vete, por el amor de Dios! ¿Dios, cómo pudo caer tanto bajo? ¿A plena luz del día, en un coche estacionado en un lugar donde cualquiera podría verlos? Pero estaba segura que, si fuera la policía, estarían en mayores dificultades que con Gimena. Con el orgullo despedazado, un violento sentido de humillación, Lali continuó allí sentada, esperando la fatalidad. No podía entender porqué Peter no se iba, ó porqué continuaba sin decir una palabra. — ¡Oh, mi Dios! —Gimena exclamó. Espió dentro del coche, mirando a Lali y a Peter. Y ordenó a su hermana: — Sal ya de ese auto. — Ustedes son muy parecidas —comentó Peter. —Pero no idénticas. ¿Hermanas? —él intentaba hablar con naturalidad, pero se veía que no estaba en completo control emocional, como le gustaría estar. — ¿Me oíste, Lali? —Gimena proseguía gritando. — ¡Sal ya de ese auto! — ¡gemelas! Al menos no me quedé con la histérica —Peter murmuró. — ¿Quién es la histérica? —berreó Gimena, golpeando con la mano el parabrisas.

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