Friday, January 1, 2016
capitulo 29
- Relájate, por el amor de Dios – Benjamin iba de un lado a otro de la habitación,
observando los muebles antiguos y los cuadros.
- ¿Cuántas de estas cosas son tuyas? – preguntó con un suave silbido de
admiración.
Lali vio en los ojos de Benjamin una mirada de avaricia, y una cierta excitación
reprimida ante lo que veía. Al notarlo. Lali sintió que algo moría en su interior.
De pronto miró el escritorio pequeño y elegante de su madre. Era el único
mueble suyo. Se lo había regalado su padre cuando se había casado. Pero se sentía
muy disgustada por la actitud de Benjamin para pensar en los recuerdos de familia.
- Ninguna. De hecho, firmamos un acuerdo prematrimonial por el que
renunciaba a estas cosas – mintió Lali -. ¿Y sabes cuál era el asunto de la herencia
de mi padre en París? Que el dinero va a tener que emplearse en saldar deudas.
- ¿Deudas? Estas bromeando.
- No. Cuando me vaya de esta casa no tendré un centavo.
- ¡Pero eso no me lo habías dicho nunca! – exclamó él, y se calló repentinamente
-. Antes de irte debieras pensar bien este asunto. Bien sabe Dios que sólo quiero lo
mejor para ti...
- Por supuesto – interrumpió ella.
- Me sentiría realmente mal si tú renunciases a todo esto por mí. Lo que quiero
decir es que... ¿Y si las cosas no funcionaran entre nosotros? Si te soy sincero, es
demasiada responsabilidad para mí. Debemos pensar muy bien lo que hacemos.
Entonces dijo que tenía una cita. Era evidente que quería irse para pensar a
solas lo que ella le había dicho.
Lali se sintió estúpida, decepcionada. Era evidente que Benjamin quería que se
divorciara de Peter pero siempre que se llevara consigo el dinero de él.
Subió y terminó. Benjamin iba a desaparecer de su futuro, pero tampoco quería a Peter
en él. Dejaría atrás el pasado. Ya no necesitaba ningún hombre en quien apoyarse.
Todos los hombres la habían manipulado, desde su padre, pasando por Peter, hasta
Benjamin. Y ella los había dejado hacer. Sintió una furia incontenible.
Bajó sus maletas, llamó a un taxi. Boyce se preparó para acompañarla.
- No te necesito. Abandono a Peter.
Boyce se quedó pasmado. Pero pronto se enterarían todos.
Llegó el taxi. El taxista fue de gran ayuda en sugerirle un hotel. Al bajar compró
el periódico. Lo primero era encontrar un lugar dónde vivir, y un trabajo.
Esa noche, a las diez, golpearon la puerta de su habitación. Cuando fue a abrir
se encontró a Peter. Intentó cerrar la puerta nuevamente, pero sus manos fuertes se
lo impidieron, forzándola a retroceder.
- ¿Cómo sabías dónde estaba?
- Boyce tuvo la brillante idea de seguirte – dijo Peter cerrando la puerta y
apoyándose en ella.
- No tiene derecho a hacerlo – dijo ella amargamente.
- Él trabaja para mí. Y tú eres el objetivo número uno para cualquier
secuestrador. Ha hecho lo que debía. Como yo, que voy a hacer lo que debo hacer.
- ¿Y qué se supone que es?
- No dejarte marchar.
Lali sintió un frío que la recorría de pies a cabeza.
- Eres como un perro que entierra un hueso y se olvida de él. ¡No tenías el más
mínimo interés en ese hueso hasta que vino otro a desenterrarlo!
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