Wednesday, June 17, 2015

capitulo 22

—Lo que todavía tienes que demostrar que mereces. Si no te deseara tanto, hubiera apartado todo pensamiento de ti hace mucho tiempo.
—Odio tus deseos... ¿es que no te das cuenta?
—Lo que yo veo es... miedo.
—¿Miedo?
—Esta vez no tienes escape. Y cuando retrocedas, yo avanzaré. Estás perdiendo terreno con rapidez.
—¿Es que estás haciendo juegos de guerra esta vez?
—Esto no es ningún juego —Peter miró a su reloj con irritación—. Tengo que asistir a una reunión
—¡Tienes que dejar que me vaya!
Peter dio un paso adelante y Lali retrocedió. El se rió con genuina diversión y tremendo encanto. Al acercarse, deslizó su larga mano para acariciar su mentón.
—Aventuro que este será un largo y ardiente verano en el que cambiarás de la mujer que eres a la que podrías ser... Entonces no querrás que te deje ir.
—¡No me toques!
Lali se apartó temblorosa del alcance de aquella íntima caricia. Se sentía acorralada y amenazada y eso la ponía furiosa.
En respuesta, Peter enroscó los dedos en uno de sus mechones rizados y bajó la boca hasta alcanzar la de ella. Casi incoherente de rabia, Lali intentó esquivarle, pero él la asió con rapidez, la inmovilizó y la besó y ella se sintió invadida del ardor, electrizada por la fuerza de su propia pasión. El la apretó contra la pared y entrelazó con fuerza las manos con las de ella para besarla sin aliento hasta que sus sentidos se ahogaron ante el placer.
—Cuento las horas hasta que te tenga en mi cama... —confesó Peter con voz ronca antes de alejarse.
Mareada y aturdida se quedó sola. Cuando abrió los ojos, él ya se había ido.  Lali se deslizó a lo largo de la pared como una marioneta y empezó a temblar devastada por lo que le hacía sentir emocional y físicamente. ¿Qué diablos iba a hacer si Belen no la ayudaba? ¿Cuánto tardaría en arreglarlo?
Pero Belen volvió a aparecer a la media hora de haberse ido Peter. De nuevo la puerta se abrió sin una llamada previa. Una figura velada permaneció en el umbral.  Belen estaba ataviada con los voluminosos pliegues del chador, que cubría la silueta femenina de la cabeza a los pies. Desde luego era un disfraz eficaz.
—Date prisa. El coche nos está esperando.
—¿Ahora?
—¿Es que has cambiado de idea?
—¡Por supuesto que no!
Con el corazón desbocado, se puso el chador que era como una tienda de campana.
—Tápate las manos en los bolsillos —le aleccionó Belen—. Mantén la cabeza baja y no hables.
No había rastro de Zulema en el pasillo de fuera., A Lali le costó una enormidad caminar con toda aquella tela encima.
«Cuando vuelva a casa me reiré de todo esto», se prometió a sí misma. Pero sabía que no lo haría... De hecho, en lo único que podía pensar era en que no volvería a ver a Peter nunca, y eso la ponía furiosa y amargamente enfadada consigo misma.

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