Saturday, June 20, 2015

capitulo 39

—Para ser antropóloga eres extraordinariamente púdica.
—¿Dónde estamos? —preguntó ella con incomodidad.
—Mi harén... ¿no te prometí traerte aquí? De verdad que es un honor porque ningún europeo ha visto estas dependencias.
—¿Y exactamente para qué me has traído aquí?
—Hasta que me prometas que no te escaparás hasta el final del verano, no te dejaré salir de aquí.
Lali clavó los ojos negros en él pero se le apagó todo deseo de replicar al ver la dureza de su cara. Tragó saliva y se recordó que aquel no debía ser el día más satisfactorio para el ego de la real existencia de Peter.
—Eso es un concepto bastante bárbaro, pero estoy convencida...
—Que es lo que esperabas de mí —le interrumpió Peter—. Ya me has llamado bárbaro y está claro que has hecho aflorar esa parte de mi naturaleza.
—Sólo en mitad de una discusión.
—No... en una discusión contigo yo hubiera controlado mis instintos naturales —dijo Peter con una carcajada amarga—. Me he mordido la lengua y refrenado mi pasión por tu bien. En un esfuerzo por ganar tu confianza he soportado los peores insultos y te he perdonado una y otra vez. También he tolerado gritos y ataques de histeria que hubieran hecho asesinar a cualquier otro hombre. Pero te aseguro ahora que no lo seguiré haciendo... mi generosidad ha llegado a su fin.
Aquello sonó increíblemente amenazador.  Lali se aclaró la garganta.
—¿Y qué se supone que quiere decir eso?
—Que no pienso permitir que me abandone ninguna mujer —explotó Peter con amargura—. Así que si es eso lo que hace a una mujer liberada aceptar a un hombre, nunca me encontrarás aceptable.
—No me había dado cuenta de que...
—De ahora en adelante sólo confiaré en mis instintos. Fui concebido en el corazón del calor del desierto, soy un auténtico hijo de las arenas, porque no he heredado nada de mi madre. No corre el hielo por mis venas ni el frío cálculo en mi cerebro. Sé lo que quiero y lo que siento. Quiero encerrarte y mantenerte aislada como mis antepasados hicieron con sus mujeres. ¡Eso es lo que me haces sentir! —los brillantes ojos esmeraldas se clavaron en ella con tal intensidad que- Lali dio un paso atrás—. Hace menos de cincuenta años no hubiéramos tenido este problema. Te hubiera reclamado y llevado a mi cama desde el instante en que te hubiera visto. ¡Y hubiera suprimido tus derechos con inmenso placer! Has sido honrada con mi anillo en tu dedo...
—¡No hubieras vivido lo suficiente como para ponérmelo! —aseguró Lali con una oleada de
desafío.
—¿No?
—No.
Peter esbozó una lenta y ardiente sonrisa y se acercó.
—Entonces demuéstrame que no eres una cobarde. Demuéstrame que el mismo deseo que me inflama a mí te inflama a ti... Ven a mis brazos... o recházame entonces.
—¡De ninguna manera!
—Cobarde —susurró Peter acercándose a ella con el sigilo de un depredador natural.

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