Wednesday, June 24, 2015

capitulo 64

Lali salió enferma de la cama como si estuviera borracha y apenas consiguió llegar al cuarto de baño. Después de vomitarlo todo, se sentó en el suelo hecha un ovillo.
Peter llevaba fuera una semana, la peor semana de su vida y no sabía que se suponía que debía hacer la siguiente. No quería volver a casa. No quería quedarse. La mayor parte del tiempo sólo deseaba morirse. De cualquier forma, ¿cómo podría salir del país sin el visado, por triplicado que le había mencionado él? Apretó los dientes de humillación.
Durante siete miserables días se había debatido entre odiarlo amarlo, pero era extraordinariamente difícil odiar a alguien a quien se echaba de menos a cada minuto.
Y estaba embarazada. Había conseguido lo que deseaba y ahora recordaba el refrán de: «cuidado con lo que deseas, no sea que lo consigas». Le dolían los pechos, tenía náuseas todas las mañanas y de alguna manera, no había ninguna alegría en el descubrimiento de esperar un niño del hombre que la había rechazado de la forma más cruel. El había creído que conocía a Peter y en pocos minutos se había visto obligada a reconocer que no lo conocía en absoluto.
Después de haberla llamado «amada mía», la había rechazado y se había ido con aquel odioso y viejo tirano y ahora veía Lali el parecido entre padre e hijo.
Al cabo de un par de horas apareció Zulema para decirle que la princesa Gimena estaba esperando por ella abajo.
—Dile que no me encuentro bien —contestó Lali con un gemido—. No, dile que lo siento mucho; pero que no quiero ver a nadie ahora mismo.
El disgusto de Zulema fue evidente.
—Eso le causaría una ofensa muy grave, mi señora.
Lali se sonrojó recordando la amabilidad de Gimena cuando ella había estado en el hospital. No era culpa de ella que su hermano fuera un rastrero de la más baja estopa. De hecho, quizá pudiera mencionarle a Gimena el problema del visado y pedirle que hiciera de intermediaria.
Gimena se paró en seco en cuanto cruzó la puerta.
—Te preguntarás por qué me encuentro aquí.
—Sí.
—Pareces muy infeliz.
—Lo único que quiero es irme a casa.
—Pero si estás embarazada no puedes irte a casa.
Lali la miró con desmayo. ¿Cómo diablos habría adivinado su secreto?
La hermana de Peter soltó una carcajada exenta de humor.
—Lali... no puedes ir a una farmacia del centro de Kabibi, comprar un test de embarazo y esperar que se mantenga en secreto. Por supuesto, te reconocieron y esa compra ha sido difundida y muy comentada.
—¿Comentada?
—Nuestra familia no pude sufrir la vergüenza de la intrusión de la televisión y los medios, pero el boca a boca funciona aquí como un telégrafo. Esto es un pequeño país y la sociedad de Datar adora los rumores. El farmacéutico llamó a su mujer en cuanto saliste por la puerta y en pocos días, lo sabía todo el mundo.
A Lali no le aguantaron las piernas. Muda y torpe, se desplomó en la silla más cercana. —Supongo que el test ha salido positivo —suspiró Gimena—. Habrá que contárselo a Peter.
—¡No! —exclamó ella con horror.
—Bueno, si no se lo dices tú, lo haré yo. No es asunto mío, pero has apartado a mi hermano de tu lado. No creas que te apruebo por ello, pero el hecho de que lleves al próximo heredero del trono supera cualquier otra consideración y si no aceptas ese hecho, eres una mujer muy tonta.
Lali estaba furiosa y blanca como el papel.
—¡Yo no he echado tu hermano de mi lado! ¡El me dejó!
—Soy consciente de que quieres dejarle. Él mismo me dijo que...
—¡Te ha mentido!
—Mi hermano no miente nunca.
—Pero tú no sabes la promesa que le hizo a tu padre, ¿verdad?
—Sé que le prometió que si el matrimonio no funcionaba, se volvería a casar sin ninguna discusión ni escándalo.
—Pero tú no sabes que nuestro matrimonio no era un matrimonio real, ¿verdad?
—¿De qué estás hablando? ¿No esperó mi hermano dos años hasta conseguir el permiso de mi padre para casarse contigo?
—Pero sólo temporalmente, porque eso es lo único que tu padre consintió... y ¿qué importa todo eso ahora? Peter se ha ido de mi lado.
—¿Temporalmente? ¿Qué tonterías estás diciendo? Peter te ama. Todo el mundo en Datar sabe lo mucho que te ama —aseguró Gimena con completa exasperación—. Al final, todo el mundo aceptó su derecho a escoger a su propia mujer y tú eras una elección muy popular por ser occidental. Muchos encuentran en eso una prueba de la liberalidad de Datar. Es verdad que el pesimista de mi padre se opuso con obstinación, pero sólo porque tenía miedo de que Peter sufriera... que tú encontraras imposible adaptarte a esta cultura y que el matrimonio acabara en divorcio como ha sucedido. Lali se mordió el labio inferior.
—Peter no me ama.
—¡Por supuesto que te ama, mujer estúpida! Y ahora está pasando la tortura de tener que escuchar a mi padre que ya se lo advirtió. ¿Cómo crees que lo está pasando Peter ahora mismo? Cree que ha decepcionado a toda la familia al haberse casado contigo, así que no te atrevas a hablar de dejarle.
A Gimena se le escapó un sollozo mientras luchaba por ocultar su disgusto.  Lali estaba bloqueada. Deseaba tanto creer lo que acababa de escuchar, pero se sentía tan mareada...
—Siento haberte llamado estúpida, pero quiero mucho a mi hermano y no puedo soportar verlo sufrir tanto.
—Yo también lo quiero —dijo Lali con voz temblorosa.
—Entonces, ¿qué diablos está pasando entre vosotros dos? No lo entiendo.
Diez minutos más tarde, Lali estaba sentada con rigidez en el Mercedes de Gimena.
—Si tu hermano se pone furioso conmigo, ¿tendré yo derecho a llamarte a ti mujer estúpida? Gimena se rió divertida.
—No creo que tengas la oportunidad.
A Lali le hubiera gustado tener la misma confianza. ¿Podría Peter haberla dejado por creer que ella planeaba abandonarle? Aquel increíble orgullo suyo, recordó penosamente apretando los dedos sobre el regazo.
—¡Ah, el secretario de mi padre! —exclamó Gimena agitando una mano en el impresionante recibidor del viejo palacio mientras Mustafá parecía vacilante.
Evitó mirar a Lali en todo momento.
—Mustafá te llevará hasta mi hermano —dijo Gimena.
El secretario se puso pálido.
—Siento decir...

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