Tuesday, June 23, 2015

capitulo 57

Probablemente Peter contaba con que los dejara criar, pero no sabía que la hembra estaba esterilizada. No habría gatos ni niños y aunque era una comparación ridícula, a Lali se le ocurrió que nunca tendría un hijo propio, porque si no podía tenerlo con Peter no lo tendría con nadie.
—Estás pensando en las leyes británicas de cuarentena, ¿verdad?
—Estará bastante crecido cuando salga de los seis meses de confinamiento y vuelva a casa conmigo —murmuró tensa.
—Por favor, discúlpame... tengo algunas llamadas que hacer.
Su brusquedad la desconcertó. Se dio la vuelta para no verlo alejarse.
—¿Tienes que hacerlas en este mismo instante?
—¿Para qué quieres que me quede? Supongo que querrás que haga los arreglos oportunos para que pongan al gato en cuarentena ya.
—No... sí... No lo sé ¿Qué he hecho? ¿Qué he dicho?
—Nada importante.
Sin embargo el silencio era como una cuchilla afilada y Lali tenía los nervios a flor de piel. Se aclaró la garganta.
—¿Vivía tu padre aquí con tu madre?
—¿No es evidente?
Estilo oriental a un lado del pasillo, occidental al otro. Era la prueba evidente de una barrera divisoria que nunca debió ser superada.
—Supongo que nadie se comprometió en esa relación.
—Mi madre no tenía ningún deseo de aprender nada de lo que ella llamaba «nativo».
Lali dio un respingo.
—¿Fuiste tú más generosa el día de nuestra boda?
Lali se puso pálida y alzó la cabeza con orgullo.
—No me diste tiempo a adaptarme... debes saberlo.
La mirada leonina esmeralda de él se posó en ella.
—Lo que yo sé es que media hora esperando en el desierto fueron los treinta minutos más largos de toda mi vida. Habiendo superado eso, decidí que nos casáramos sin retraso.
—¿Porque intenté escaparme o por si cambiaba de idea? —se mordió preocupada el labio inferior y con los ojos negros muy abiertos y vulnerables lo miró—. Los primeros cuatro días, de una sorpresa a otra, apenas sabía lo que pensaba o sentía. Todo sucedió muy rápido. Yo no podía controlarlo y nunca me había visto en una situación parecida antes. Era increíble y enervante...
—Pero no darte tiempo funcionó para mí —dijo Peter sin ninguna disculpa.
Sí, eso podía verlo. La había mantenido a la carrera, física y emocionalmente. Había derrumbado todas sus defensas y no le había dejado espacio para respirar y aquella constante presión había sido más de lo que ella había podido soportar.
—No me hubiera salido bien en Inglaterra —continuó él con frialdad—. Allí me hubieras cerrado la puerta en las narices, hubieras descolgado el teléfono y te hubieras escapado a algún sitio donde no pudiera encontrarte. E incluso ahora, que eres mi mujer, levantas extrañas barreras entre nosotros.
—¡Pero no soy tu mujer de verdad, Peter! —explotó Lali incapaz de contener la amargura—. Sólo estoy aquí de forma temporal. Pareces olvidar eso.
—¿Cómo podría olvidarlo cuando lo interpones tan a menudo entre nosotros como si fuera una espada afilada?
—¿Y qué esperas que haga?
Los ojos verdes brillaron encendidos con una oleada repentina de furia.

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