Thursday, June 18, 2015

capitulo 24

Un hombre pequeño con barba gris ataviado con una túnica azul, se adelantó y clavó los ojos en
ella.
—¿Tú eres la prometida del príncipe Peter?
El pelo rubio en Datar era como tener dos cabezas, pensó Lali. Zulema no se había equivocado cuando había dicho que todo el mundo conocía su existencia. Ahora, ¿debería confesar la verdad o hacerse la tonta?
—Yo soy el tío abuelo de Peter, el jeque Salvador Lanzani.
A Lali le desapareció la sonrisa de los labios. Los principios de solidaridad familiar en el mundo árabe eran muy fuertes y, sin duda, el tío de Peter consideraría una ofensa encontrar a la prometida de él perdida fuera del palacio.
—Me he perdido —murmuró como una estúpida. Pero tenía tanto calor y estaba tan agotada que le pareció que el mundo empezaba a dar vueltas alrededor de ella.
—No volverás a perderte —anunció el jeque sacando un teléfono móvil de la manga—. Mi sobrino tiene el temperamento de una tormenta y es peligroso cuando se enfada.
Una mujer le tiró a Lali de la manga en ese momento y la escoltó hasta la sombra bienvenida de una tienda. En silencio le llevaron agua para que se lavara y le sirvieron té con una selección de comida deliciosa. Mientras la oscuridad caía, las elaboradas lámparas de latón colgadas de las puertas de las tiendas empezaron a encenderse. Cuando la dejaron sola, se tendió en un otomán cubierto de damasco y apoyó la mejilla contra un cojín de seda, fijándose en los tapices de brillantes colores que cubrían las paredes mientras los párpados se le cerraban con pesadez.
Cuando Lali se despertó por fin después de una noche de agitados sueños, estaba echada bajo una manta que se quitó de encima enseguida. Tenía la piel pegajosa y el pelo revuelto caía a su alrededor como una brillante cortina de fuego. Miró el reloj. Eran sólo las ocho. Alzó los dedos para retirarse el pelo húmedo de la frente y se quedó paralizada.
Ataviado con ropa del desierto, Peter estaba de pie a pocos metros de distancia con la inmovilidad de una estatua. Sus ojos esmeralda contra la piel morena le produjeron el efecto de siempre. Su completo silencio era intimidante. Pero lo más amenazador de todo era la instantánea oleada de placer y alivio que experimentó ella. Aquella respuesta era su peor pesadilla.
Lali giró la cabeza.
—De acuerdo, he hecho un intento por liberarme y he acabado muy lejos del aeropuerto. ¿Y ahora qué? ¿Vas a enterrarme en la arena y rodearme de escorpiones? ¿O me repudiarás y me devolverás a mi casa? ¿Cuál es el castigo tradicional?
—Según la tradición, debería pegarte.
Lali se puso pálida como un muerto recordando, de repente el desastroso matrimonio de su tía con un árabe. La violencia había sido la parte final de la ruptura de aquella unión.
—Esto es una atrocidad, Peter —murmuro temblorosa.
—Me abandonaste
La condena con la que la miraba era reflejo de la poderosa rabia que estaba haciendo un esfuerzo por controlar.
—Ese es el problema de raptar a una mujer. Las estúpidas criaturas pueden sentir el deseo de recuperar su libertad.
—¿Quieres que pierda la paciencia?

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