Wednesday, June 24, 2015

capitulo 65

Gimena murmuró algo en árabe en voz muy baja. Fuera lo que fuera, tuvo gran efecto en Mustafá, que se quedó con la boca abierta y se puso rojo..
—Sí, desde luego. Si yo fuera tú, vería muy conveniente desobedecer tales instrucciones.
Lali comprendió que Peter había prohibido que le visitara y ya iba a darse la vuelta pálida de la humillación.
—No seas tonta, Lali. Mi padre está furioso contigo. En lo que a él respecta, has humillado a su amado hijo.
Con una sonrisa tímida, Mustafá inclinó la cabeza y le pidió a Lali que le siguiera. La escoltó en silencio a lo más profundo de las dependencias palaciegas. Se detuvo en un patio, ladeó la cabeza como para inspeccionar si había alguien y murmuró:
—Por favor espere aquí, mi señora. Creo que el príncipe Peter está con su padre.
El patio tenía un impresionante vivero. Incapaz de estar quieta, Lali se paseó maravillada al ver la enorme colección de bonsáis y exóticas plantas orientales. Estiró la mano hacia un arce en miniatura cuando se quedó paralizada.
—¡No lo toques! —ordenó una áspera voz a sus espaldas.
Lali casi dio un salto. Se dio la vuelta para darse cuenta de que había un hombre mayor sentado en una silla en la esquina más alejada. Ataviado con un viejo mandil, la miró visiblemente enfurecido.
—Lo siento. Debería haberlo sabido, pero era tan bonito... Verá, yo tengo algunos en casa, son mi afición.
Los fieros los oscuros se entrecerraron.
—¿Bonsáis, quieres decir?
—Sí. Siento haberle interrumpido. Por favor, discúlpeme.
Lali estaba empezando a sentir una sospecha. Aquellos ojos claros, aquéllas cejas planas.
—No la disculpo
La sospecha quedó confirmada. Lali se puso rígida y el color desapareció de sus mejillas. —Tú eres la mujer de mi hijo. ¿A qué has venido aquí?
A Lali se le secó la garganta.
—Yo... quería ver a Peter.
—¿Para qué? —preguntó con aspereza el rey Alejo.
A Lali le ardieron los ojos.
—¿Para qué? —repitió el anciano con énfasis.
—¡Porque lo quiero! —explotó ella por fin alzando la barbilla.
El anciano frunció el ceño claramente sorprendido de su declaración.
—Y creo que podría hacerle feliz... si él me quiere, por supuesto.
—Entonces ¿por qué le estás haciendo infeliz?
—Eso preferirá discutirlo con él.
El rey sacudió la cabeza con exasperación.
—No me gusta que mi hijo sufra.
—Sí me perdona por decírselo, su hijo es muy capaz de cuidar de sí mismo.
—No cuando se casa con una mujer a la que no puede convencer de que siga a su lado.
—Yo me quedaré.
—Entonces, ¿por qué está aquí y no contigo?
—Yo creí que no podría quedarme. Pensé que usted... no me aceptaba como su esposa. —¿No crees que es muy peculiar creer eso cuando consentí en su matrimonio?
—Pero eso era lo que yo creía.
—¿Es que el inglés de mi hijo es tan deficiente?
—En ciertos momentos, no es una luz de claridad precisamente.
El anciano la observó durante interminables segundos, echó la cabeza hacia atrás y se rió con aprecio.
—Cuéntame algo de tus árboles.
Asombrada, Lali se encontró haciéndolo hasta que él agitó una mano para acallarla.  Lali siguió a dirección de su mirada y se puso rígida al ver a Peter de pie en el umbral de una puerta con las oscuras facciones tensas de incredulidad.
—Llévate a tu mujer a casa, hijo mío, y compra un diccionario —dijo su padre con una mirada divertida.
Una sombra más oscura tiñó los pómulos de Peter. Abrió los labios, pero pareció pensarlo mejor. Inclinó la cabeza y salió del vivero.  Lali apenas pudo seguir sus largos y rápidos pasos. A los cinco minutos estaban fuera de palacio y ella tenía la respiración jadeante.
—Un coche te llevará a casa.
—¿Vienes tú también?
—No.
Peter deseaba saber con desesperación lo que había pasado entre ella y su padre, pero ella supo que nunca le pediría una explicación. Le miró el perfil y creyó notar que había perdido peso. Entonces apareció un Mercedes.
—Siento haber insultado a tu padre.
—No tenemos más, que decimos el uno al otro.
—Estoy embarazada —revelo con dulzura mientras subía al coche y cerraba la puerta.
Lali miró a sus espaldas. Peter estaba de pie donde le había dejado con una expresión de alucinación. Bueno, de todas formas, tenía que habérselo contado, pensó abatida. ¡Qué estúpida había sido! Ahora no sabía como solucionar la situación en la que estaban.
Se sentía un poco mareada cuando llegó a palacio, así que se fue a su habitación. Apenas acababa de tenderse en la cama cuando se abrió la puerta. Zulema echó un vistazo a la cara furiosa de Peter y se escabulló como una sombra.  Lali prefirió cerrarlos ojos ante aquella furia.
—Dime que lo que me has contado no es verdad.
—Me temo que sí y es culpa mía. Supongo que querrás estrangulare ahora mismo y no creas que no me gustaría a mí hacerlo yo misma —susurró Lali con dolorosa sinceridad—. Te mentí cuando te dije que estaba tomando la píldora. Me propuse quedarme embarazada y me sentí mal por engañarle, pero no lo bastante mal hasta que fue demasiado tarde.
—¿Porqué me mentiste?
—Porque quería un bebé.
—¿Sin un padre? —dijo él con tono de disgusto—. He leído algo acerca de ese tipo de mujeres.
—¡Bueno, yo no soy como ellas! Yo también te quería a ti —confió Lali con miseria—. Y si no podía tenerte a ti, el bebé era lo siguiente mejor. No sé lo que me pasó. Era una locura porque tú no querías que me quedara embarazada.
—Yo suponía que tú no querías quedarte —Peter sonaba desesperadamente contenido—. Ni me quería arriesgar a que sucediera después de la experiencia de mi infancia.
Lali sabía cómo se sentía. A ella misma le estaba dando vueltas la cabeza porque ahora no veía ninguna salida fácil para ninguno de los dos. Si fuera niña suponía que la dejaría irse. Pero, ¿y si era el heredero? ¿Y porque su padre la habría aceptado cuando ya era demasiado tarde? ¿Y cuanta de la hostilidad de su padre había contribuido a que Peter la rechazara?
—Dijiste.... dijiste que me querías a mí también —señaló vacilante Peter.

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