Tuesday, June 23, 2015

capitulo 62

Esperando sacarle la idea de la cabeza, se alzó hacía él y buscó su gloriosa boca hasta casi olvidarse de por qué lo estaba intentando.
El fiero ardor de Peter la quemó cuando le abrió los muslos. Estaba al borde de una excitación casi insoportable y a la primera sacudida gritó de éxtasis, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Entonces él estaba moviéndose sobre y dentro de ella, respondiendo a una necesidad tan antigua como el mundo con la dura y primaria fuerza de su posesión sexual.
Su respuesta fue el abandono, que la arrastró hasta la plenitud. No existía nada salvo él y el salvaje tormento del camino hasta la satisfacción y cuan o con un último espasmo de delicia la llevó hasta el borde, jadeó y la cabeza le dio vueltas hasta que alcanzó el clímax con un grito animal de placer.
Los dos remitieron con las piernas húmedas y enroscadas.  Lali estaba en el paraíso y no quería descender nunca a la tierra. Sintió una oleada de amor y ternura y enterró la cabeza en el hueco de su cuello antes de soltar un suspiro.
—Nunca me habla sentido tan feliz —susurró realmente extrañada.
—Ni yo —la liberó de su peso y rodó de medio lado arrastrándola con él hasta ponerla encima de su cuerpo—. ¿Seguro?
Lali se puso tensa porque no estaba preparada para que se lo preguntara tan rápido.
Pero Peter no estaba tenso. De hecho estaba totalmente relajado y deslizó un dedo por su barbilla.
—Creo que debería advertirte de que sospecho que tu concepto de seguro puede que no sea un método anticonceptivo fiable.
—Estoy tomando la píldora —mintió ella.
—¿La píldora anticonceptivo? ¿Y para qué tomas esa precaución?
—Problemas hormonales.
—Creo que deberías consultar con Gimena.
—¡Ni te atrevas! ¡No es nada importante!
—Tu salud lo es.
Se sonrojó violentamente y él le dirigió una mirada de reprobación. De repente sintió una oleada de culpabilidad por mentirle y bajó la cabeza de nuevo.  Peter enterró una mano arrogante en su pelo revuelto y le capturó la boca con ternura.
—Eres una mujer preciosa. Te protegería toda mi vida. No me niegues el placer de cuidarte.
Nadie había querido cuidar a Lali nunca. Nadie se había molestado por lo que pudiera ocurrirle. Era como si Peter le hubiera tocado la fibra más sensible. Se sintió increíblemente conmovida y triste también. Encontrar aquella ternura y saber que la tendría que perder la torturó, pero apartó la idea con toda su fuerza. «Vive al día», se recordó con fiereza.
—Me preocupa que no hayas tenido comunicación con tus padres desde que nos casamos — comentó Peter.
Lali sintió una punzada de tensión. Con el ceño fruncido miro hacia el desierto desde lo alto del promontorio. Con paredes de tela a tres lados, la estructura era una réplica muy realista de la tienda beduina tradicional y estaba permanentemente instalada en el extremo del jardín dé palacio. Ricas alfombras y un hogar para hacer fuego distinguían su fresco interior. Durante la semanas anteriores había llegado a comprender la mucho que significaba para Peter el desierto. Allí era a donde iba a relajarse y recobrar energías al final de un largo día desdeñando las magníficas habitaciones de palacio. Consciente de que él estaba esperando su respuesta, Lali se encogió de hombros.
—No estamos muy unidos.
—A mí me cuesta entenderlo. Para un árabe la familia lo es todo. Es la verdadera fundación de nuestra cultura y una lealtad tan fuerte impone a menudo penosas decisiones y obligaciones.

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