Tuesday, June 23, 2015

capitulo 60

Cuando Peter vio avanzar a Lali por el patio del establo hacia él, su brillante sonrisa la recibió como una descarga de adrenalina en las venas. Merecía la pena haberse levantado de la cama en la oscuridad.  Peter le tomó la mano entre las suyas y la presentó, a todos los mozos antes de guiarla hasta una yegua que Lali acarició encantada.
—Te gustan los caballos.
—Mucho, pero en los últimos años apenas he montado. Estaré un poco atrofiada.
—¿Tuviste algún pony de pequeña?
Fue una pregunta desafortunada. La preciosa cara de Lali se ensombreció.
—Por muy poco tiempo. Era una real belleza también y pasé un tiempo maravilloso en el club de ponies.
—Creo que he despertado recuerdos infelices. ¿Tuvo algún accidente?
—No... mi padre me la quitó. Dijo que se la prestaba a un buen amigo por una semana o dos y nunca la volví a ver.
—¿La vendió? ¿Quizá los gastos eran excesivos para él?
Lali soltó una carcajada amarga.
—No, no era eso. El buen amigo era una actriz a la que perseguía en ese momento. Ella también tenía una hija pequeña. Mi padre quería impresionarla con un reglo extravagante y, ¿para qué gastarse el dinero en comprar otro pony teniendo el mío?
Peter la miró con incredulidad.
—¿No lo dices en serio?
—Mira, fue él quién compró el pony. ¿Podemos dejar el tema?
—No, no podemos. ¿No pudo tu madre evitar una cosa así?
Lali soltó un suspiro.
—Mi madre nunca intentó evitar que mi padre hiciera nada en toda su vida... y si era desagradable, simplemente lo ignoraba. En aquel momento me dijo que el pony era de él, no mío.
Antes de poder insistir más, Lali condujo a la yegua a la entrada del establo. La ensilló y sus pensamientos quedaron olvidados ante la vista que tenía delante.
El sol era un globo gigantesco elevándose en fuego y produciendo gloriosos jirones de todos los colores. Dedos de luz se reflejaban en las arenas tiñéndolas de color melocotón, oro y escarlata, danzando entre las rocas y produciendo extrañas sombras. El paisaje desértico, brutalmente privado del implacable sol del día tenía una belleza fantasmal.
—Tenías razón —se maravilló cuando Peter se acercó a su lado—. Es fantástico a esta hora.
Su mundo, su herencia... y él formaba una parte integral de todo ello... tan desbocado como una tierra a merced de los duros elementos que no podía controlar. Lali observó su duro perfil con mirada suave y dolorosa comprensión.
—No te gustaba mucho el clima de Inglaterra, ¿verdad?
—Era un cambio.. pero demasiado frío. Vamos.
Pero ella se tomó su tiempo en seguirle en aquel caballo árabe de grandiosa estampa. El esbelto semental galopó por la arena, jinete y caballo con movimientos increíblemente fluidos. Le gustó mirarlo sonrió sintiéndose como una carga cuando se dio la vuelta a por ella. También parecía culpable.
—Perdona, me olvidé por un momento que hacía tiempo que no montabas.
Ya no se separó de ella aunque Lali avanzaba lentamente hasta ir ganando confianza.  Lali notó que estaba de un humor estupendo, aquella espontánea sonrisa irradiando con frecuencia. No podía apartar los ojos de él.  Peter ejercía un fuerte embrujo sobre ella, pero ya no se sentía amenazada. Mañana, el mes siguiente, el final del verano, de repente parecía a una eternidad de distancia. De día en día, se prometió a sí misma.
—Desayunaremos fuera y te prepararé un café —anunció Peter de vuelta al palacio —¿De la forma adecuada?
—De la única forma.
Tomando una ducha rápida, Lali se dirigió a las dependencias del harén, se quedó en sujetador y bragas y se metió en el estanque de mármol.
—¡Por Alá! —Lali se dio la vuelta sonrojada y se encontró a Peter sonriendo al borde del estanque. Quitándose las botas de montar, él se metió vestido.
—¿Lo has encontrado?
—Todavía no.
—Es una estanque grande.
Ella empezó a reírse y ya no pudo detenerse.
—Podría comprar otro anillo —sugirió él avanzando por el agua.
—Yo quiero ese. Otro no sería lo mismo.
—Bueno, pues entonces no sigas ahí tan perezosa ¡Ayúdame!
Fue Peter el que lo encontró con un alivio que fue divertido. Lo recogió, le asió de la mano y se lo deslizó en el dedo con tal falta de romanticismo que la hizo reír.  Peter bajó los ojos ardientes que reflejaron la luz del sol y la expresión de intenso deseo le produjo un repentino éxtasis.
—Eres tan preciosa... y estás tan desnuda.
Sólo bajo su mirada recordó Lali que apenas llevaba un poco de encaje transparente encima. Se sonrojó pero no intentó cubrirse. De hecho, le pareció un delicioso placer estar allí expuesta a su masculina admiración.
Peter bajó su cabeza rizada y apretó la boca contra la comisura de la de ella jugando. El cierre frontal de su sujetador cedió bajo sus dedos expertos y Lali se
quedó sin aliento. Vio como sus senos se liberaban, plenos y desnudos y sus pezones rosados se erizaban como dos capullos incluso antes de que él alzara una mano hacia ella.
—No te atrevas a apartarte —susurró temblorosa.

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