capitulo 32

Sabiendo lo que ella sentía, Peter la buscó nuevamente, hambriento por sus besos. Cuando se alejó un poco, Lali gimió y lo empujó junto a ella, desorientada por la sensación de querer sentirlo junto a si. Peter estaba sobre ella, y sus manos exploraban su cuerpo.
Para, para... –ella gimió.
Peter se detuvo un momento, después volvió a observar con placer los pezones de Lali.
Deja de intentar esconder lo que es evidente. Me deseas –él susurró, antes de besarla.
Lali no resistió más. Peter apresó sus manos, después las soltó para continuar explorando aquel cuerpo suave que estaba a la espera de más caricias.
Di que no eres mía, que no me deseas, dilo, querida –él exigió, aumentando las caricias y dejándola enloquecida de placer.
No pares ahora, por favor... –Lali escuchó su voz como si fuese la de otra persona hablando. Más tarde, ciertamente, se arrepentiría por desear hacer el amor con el hombre que la despreciaba.
¿Era así cuando estabas con Amadeo?
A Lali le llevó algunos instantes percibir que se refería a Benjamin, Benjamin Amadeo, el primo de Maria, el hombre que la besara a la fuerza y que destruyera su matrimonio. Miró a Peter, como un animalito asustado, sabiendo que no tenía ningún dominio sobre su propio comportamiento.
Tú eres el verdadero retrato de la mujer infiel –exclamó Peter, parando un momento de acariciarla y apenas mirándola duramente.
Lali cerró los ojos, incapaz de sustentar aquella mirada desaprobadora. Tomó conciencia que el deseo que dominaba su cuerpo no podía ser controlado, aunque ella quisiese.
Peter volvió a reclamar su boca en una demostración de deseo irrefrenable. Por un momento, no en tanto, se alejó un poco, y ella se aterró temiendo que se fuese. Lo empujó más cerca, instintivamente.
Sentía que él deslizaba un dedo sobre su rostro, siguiendo el trillo de una lágrima que insistió en huir de sus ojos. Peter murmuró algo en portugués, mientras la besaba nuevamente.
Peter... –ella gimió, sintiéndose agonizar de placer. – Peter... – murmuró nuevamente, cuando los labios de su marido resolvieron explorar el punto máximo de su feminidad. Inconscientemente, entreabrió las piernas.
No voy a lastimarte –él dijo con voz ronca.
No importa... –gimió al sentir que la penetraba. Luego el dolor se transformó en una fuente descriptible de placer.
Lali, mi linda...
Ella saboreó esas palabras con sorpresa, encantada con el cambio en las
actitudes de su marido.
¿Te estoy lastimando? –Peter preguntó suavemente.