Se puso colorada al recordar lo que habían hecho juntos.
Pero se alegraba de poder enterrar a la bibliotecaria aburrida y virgen.
Al menos, ya no era virgen.
Se soltó del brazo que Peter había puesto atravesando su vientre, se destapó y se levantó. Buscó su ropa. Se vistió, pero no se molestó en ponerse el sujetador y las medias, que guardó en su pequeño bolso. No quería tomarse el tiempo de vestirse completamente.
Peter estaba profundamente dormido todavía, y por un momento, Lali pensó en meterse en la cama para poder estar allí cuando se despertase.
Pero, luego, ¿qué? Posiblemente hicieran el amor nuevamente… La idea la estremeció. Pero luego querría levantarse, desayunar, y probablemente, hablar.
Ella había conseguido su objetivo la noche anterior, con un par de copas y poca conversación. Ahora tenía miedo de haber vuelto a su estado anterior, a su verdadera personalidad, como Cenicienta a medianoche.
Intentar aparentar tener experiencia a plena luz del día era demasiado para ella, y temía que Peter se diera cuenta inmediatamente de su farsa.
Y si él descubría quién era ella en realidad, la fantasía que había vivido ella se desvanecería, y él la miraría con decepción y sorpresa.
No, era mejor que ella se marchase ahora, antes de que él se despertase, y ella volviera a ser una rana a los ojos de Lali, al menos.
Con los zapatos de tacón colgando de su mano caminó de puntillas por el pasillo enmoquetado. Al ver un bloc junto al teléfono de la cocina, dudó, y luego decidió dejarle una nota a Peter.
La dejó donde estaba segura de que la vería, y se marchó.
Con un bostezo, Peter se despertó.
Dios. Se sentía bien. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan fresco.
Probablemente tuviera algo que ver con Lali. Sonrió pícaramente al recordar su cara, sus ojos asombrados, y todo lo que habían hecho durante la noche.
Como norma, no dejaba que las mujeres se quedasen a dormir en su cama. Las llevaba a casa.
Pero con Lali… La idea de pedirle que se marchase no se le había ni cruzado por la cabeza. Al contrario, había estado dispuesto a inventar razones para que se quedase, si ella hubiera querido irse. Y después de haber hecho el amor dos o tres veces, había estado contento de dormir con ella en sus brazos.
Con suerte, tal vez ella aceptase otro round aquella mañana. Deslizó la mano por el colchón para tocar su cabello rubio, o sus suaves pechos. Pero ella no estaba allí.
el siguiente
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