—Tienes razón. La comida es deliciosa —dijo Lali probando el sándwich de pavo trinchado con pan integral. Una gota de mostaza le ensució la comisura de los labios y se la limpió con la servilleta.
Peter miró su sándwich y las patatas fritas que lo acompañaban.
—Me alegro de que te guste.
Comieron en silencio hasta que Peter no pudo resistirlo más. Jamás había sido tímido, y no comprendía por qué iba a empezar a serlo.
—Oye, Lali —dijo finalmente—. Hay algo que me he estado preguntando, así que voy a preguntártelo.
La vio ponerse pálida, mientras tragaba una patata que estaba masticando.
—La noche que estuvimos juntos, ¿por qué te fuiste por la mañana sin decir me nada? Quiero decir, vi tu nota, pero no hacía falta que huyeras de ese modo.
¿Y por qué diablos, por primera vez en su vida, le molestaba aquello?, se preguntó Peter.
Lali abrió la boca para hablar, pero al parecer una patata se metió por el lugar equivocado, y tosió. Bebió un sorbo de té helado, respiró profundamente y lo miró.
Él había pensado que ella desviaría la vista. Pero lo sorprendió sosteniéndole la mirada.
—Supongo que me sentí incómoda, y pensé que sería más fácil para ambos si me iba antes de que te despertases. Es posible que no creas lo que voy a decirte, pero no tengo por costumbre irme a la cama con el primer hombre que se me cruza en el camino.
En aquel momento sí desvió la mirada. Y Peter la vio hacer ochos con la uña pintada de color melocotón sobre el mantel.
—Te creo. De hecho, eso es algo que también me he estado preguntando, por qué te fuiste a mi casa conmigo, un desconocido, y me pediste que te hiciera el amor —Peter hizo una pausa para beber un poco de té, antes de agregar algo que él sabía que era verdad pero que no sabía si ella quería que supiera—. Eso no es algo muy normal en alguien que no ha estado nunca con un hombre.
Si antes parecía incómoda, al oír aquello, no supo dónde meterse. El dedo que jugaba con el mantel dejó de moverse. Y ella cruzó las manos fuertemente encima de su regazo.
—¿Cómo te diste cuenta? —preguntó en una especie de susurro tenso.
—Hubo algunas pistas. Parecías un poco nerviosa al principio, y te llevó un rato animarte. Además tus músculos estaban más apretados de lo normal, y sentí cierta resistencia cuando entré dentro de ti completamente.
Lali se puso roja. Él se arrepintió de haberla puesto en una situación incómoda, y le palmeó el brazo.
—Lo siento. No he querido ponerte en una situación incómoda. Y no deberías sentirte así. El ser virgen no es una situación de la que debas avergonzarte.
—No me siento avergonzada —respondió ella.
Pero bajó la mirada y él intuyó que no decía la verdad.
Maasss💖
ReplyDelete