HE OÍDO que Tomas lloraba... ¿está bien? —preguntó Peter.
—Sí, sigue dormido —le dijo Lali, en un hilo de voz.
El cabello de ébano de Peter estaba alborotado, su fuerte mandíbula oscurecida por el nacimiento del vello y sus ojos estaban tan brillantes como siempre. Parecía un sexy bucanero, fuerte y masculino. Lali se sintió incapaz de moverse, como si se hubiera quedado pegada a aquel sitio, y no dejaba de mirarlo, con los labios ligeramente entreabiertos. Si le había resultado imposible dejar de mirarlo cuando estaba vestido, el desafío era aún mayor cuando estaba medio desnudo. Aunque sabía que no debía mirarlo de aquel modo y se sentía muy avergonzada por su propia fascinación, no podía dejar de hacerlo.
Parecía que el corazón le estaba latiendo en la garganta. Peter era magnífico. La dilatada mirada de Lali iba desde sus anchos y suaves hombros, los rizos oscuros que le adornaban liberalmente el torso, pasando por su firme vientre hasta la cinturilla de los bóxer, que ceñían sus esbeltas caderas y parecían desafiar su curiosidad, Lali se detuvo ahí, horrorizada.
Con los ojos más brillantes que nunca. Peter se acercó a ella. Iba descalzo y no hizo ni un solo ruido mientras caminaba. La tranquilidad se había convertido en un silencio eléctrico, vivo con peligrosas vibraciones. Solo entonces se le ocurrió a Lali que su ligero camisón no era la prenda de vestir adecuada para presentarse delante de un macho tan apasionado. Las mejillas le ardían fieramente y, como protección, Lali dobló los brazos y se cubrió el pecho.
—Debemos estar en igualdad de condiciones,
cara
—susurró él.
Entonces, le agarró suavemente las muñecas y se las apartó. Durante unos minutos, le dedicó una intensa mirada de apreciación.
Lali sintió que el aliento la ahogaba en la garganta. Sabía que estaba contemplándole los senos, que se dibujaban claramente por lo ajustado que le estaba el cuerpo del camisón, y sintió la quemazón de su propia mortificación.
Peter exhaló un profundo y gutural sonido. Entonces, extendió la mano y tiró de ella. La estrechó contra él, colocándole las manos en las caderas para conectar más íntimamente su feminidad con la plenitud de la fuerza de su erección.
—Espero que estés de humor pasa satisfacer a un hombre muy
hambriento,
bella mía
—gruñó Peter, segundos antes de que tomara la boca de
ella entre sus labios con arrolladora pasión.
Me muerooo maas
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