Sintió un leve beso en el cuello. Cambió de posición, sucumbiendo a una invitación a la comodidad.
-Vuelve a dormirte -el tranquilizador susurro de Peter tuvo en ella un efecto hipnótico.
Cuando Jessie la despertó, se quedó sorprendida al darse cuenta de que se hallaba nuevamente en su cama. La mujer le puso sobre las piernas la bandeja del desayuno, diciéndole que Peter había insistido en que la dejaran dormir, pero que Merrill estaba en la planta baja esperándola. Iban a dar las nueve.
-¿Dónde está Peter?
-Afuera, ayudando a John. No va a subir. No le verás hasta llegar a la iglesia.
-¿Cómo voy a ir hasta allí?
-Merrill nos llevará. Luego yo me iré a mi casa. Seguramente querrás estar a solas.
Merrill le regaló un liguero de encaje y unas medias a juego.
-Jane me las regaló por Navidad, pero resulta que son dos tallas más pequeñas, y aunque fueran de mi medida, definitivamente estas cosas no son para mí.
Una hora después, Lali se miró en el espejo. El vestido de la bisabuela de Lanzani era una prenda verdaderamente romántica. La seda de Mantua reverberaba con sus delicados encajes.
Lali estaba embelesada. Jessie le cubrió los hombros con un chal.
-Es para que no cojas una pulmonía.
Tina puso en sus manos un puñado de flores de azafrán.
-Son de la maceta de la ventana -explicó-. Algunas están rotas. -Tienen un color bellísimo. Hacen juego con mi vestido.
El vicario la recibió en el atrio de la iglesia. Al comienzo de la pequeña nave, sintió que se le doblaban las rodillas cuando el organista interpretó un trozo de Lohengrin. «¡Dios mío! ¿Qué estoy haciendo?», se preguntó, pero de inmediato su mirada se centró en la elegante figura de Peter. Sólo el mesurado paso del vicario impidió que ella llegara al altar antes que él.
Aparte de un rápido vistazo a Mercedes y Grant, sentados en uno de los últimos bancos, Lali se sintió poseída durante la ceremonia por una singular tranquilidad. En cuanto fueron pronunciadas las últimas palabras, Peter se volvió y la abrazó. La estrechó con fuerza y la besó hasta que la sangre le hirvió en las venas.
-Si alguna vez se hace una segunda versión de Lo que el viento se llevó... -murmuró la hermana de Peter-, presentaos como candidatos.
Un hombre robusto, de cabello castaño, estrechó la mano de Lali y se presentó como John. Hasta ese momento había sido un verdadero desconocido para ella.
Los invitaron a ir a la casa de Merrill para brindar. En cuanto Lali tuvo una copa entre las manos, La hermana de Peter la llevó a conocer la casa. Cuando llegaron al cuarto de los niños, ya preparado para el niño que se esperaba, Lali observó disimuladamente a su cuñada, que aprovechó ese momento para hablar.
-Espero no ofenderte, pero quiero hablarte en privado acerca de mi madre -se detuvo para aspirar profundamente y luego prosiguió-: Le preocupa la posibilidad de que esta boda la aparte por completo de Peter. No se llevan muy bien, hay que reconocerlo.
-Ya me había dado cuenta -repuso Lali con frialdad.
Merrill continuó:
-Durante años las cosas han estado del lado de Peter. Ella se ha entrometido una y otra vez en su vida privada y él no es de los que aguantan. Pero no se le puede acusar de haber sentido aversión por Paula. Además, después de todo el tiempo transcurrido es necesario que Peter supere el pasado.
-No estoy en situación de hacer comentarios -murmuró Lali-. Supongo que a tu madre la ha trastornado mucho nuestra boda.
-Más bien parece haberla aterrorizado -aceptó Merrill-. Peter dice que no tuvieron problemas cuando la visitó en York, pero no le creo. Es muy susceptible cuando se trata de ti. Si mi madre dice algo en contra o sin tacto, él en seguida pierde el control. Me pareció que estaba muy trastornada cuando habló conmigo por teléfono, la otra noche. Dijo que en unos cuantos días quiere encontrarte aquí, en mi casa...
-¿Aquí? -exclamó Lali, desconcertada-. ¿Por qué?
-Creo que quiere hacer las paces contigo, pero prefiere que Peter no esté presente.
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