Monday, November 2, 2015

capitulo 54

-Creía que la relación entre sexo y dinero era tu principal vicio. Pero cometiste un error fenomenal. No estoy en venta. Esta será la última jugada de nuestro juego, Lali. Y es mía. Es una lástima que no seas el brillante premio que creía que eras.
Lali se dijo que él la estaba rechazando. El hecho de que la deseara no era más que una manera cruel y sutil de agravar su castigo.
Con todo, su cuerpo se encendía cuando él la tocaba. No diferenciaba entre ira y pasión. Derribó sus defensas y no tuvo la fortaleza para resistir. La cegó el brillo de una estrella fugaz, y luego, nada. Y ella se encontraba perdida en el aterrador vacío que estaba a punto de devorarla.
Hasta que Peter se marchó, fingió estar dormida. Como pudo se levantó. Lo único que la impulsaba era una poderosísima necesidad de irse antes de que él regresara. Sin ningún orden guardó su ropa en una maleta.
-¿Qué rayos estás haciendo? -susurró Jessie, desde el corredor.
-Me voy -la voz de Lali sonaba distante.
-Se ha dejado llevar por su temperamento. No cree ni una sola palabra de lo que te ha dicho -declaró Jessie, desesperada-. Me preguntó si yo sabía lo de la finca. Creo que rezaba al cielo para que todo fuera un malentendido. ¿Por qué no se lo dijiste, Lali? Heriste su orgullo y eso es lo peor que podrás hacerle.
La voz de Jessie era un zumbido monótono en los oídos de la joven. Mientras cerraba la maleta le dedicó una mirada inexpresiva. Peter la había herido en los momentos en que más lo había amado. La despreciaba.
Jessie seguía hablándole cuando ella subió a su coche. Ya entrada la noche, llegó a Londres. La señora Stuart la recibió sin hacer ningún comentario.
El día siguiente pasó sin pena ni gloria. No comió nada. Por la noche se presentó la señora Stuart, diciéndole que quería hablar con ella.
-El señor Maxwell ha hecho todos los preparativos necesarios para que tome un avión para Francia, mañana por la tarde, señorita Esposito.
-¿Cómo ha sabido que estoy aquí? -preguntó Lali con el ceño fruncido.
-La secretaria del señor Maxwell telefoneó esta mañana -explicó la señora Stuart, olvidando agregar que Becky había telefoneado todos los días para saber si Lali había llegado o no.
Grant la recibió en el aeropuerto de Niza. Lali experimentó una fugaz alegría y luego nada.
Sus fieles admiradores y muchos fotógrafos los recibieron. Mientras los guardias de seguridad mantenían en orden a la multitud, Lali sentía unas tremendas ganas de gritar. Se había convencido dolorosamente de que acababa de recibir otra demostración paterna de cómo utilizar la publicidad para su propio beneficio.
Con discreción, su padre no le preguntó nada acerca de su estado de ánimo. Sin preocuparse por sus respuestas monosilábicas, se las arregló para llevar el peso principal de una conversación trivial, en la parte posterior de la limusina que los llevaría a la villa donde vivirían. El palacio en cuestión, que le había prestado un buen amigo, se hallaba oculto detrás de altos muros y puertas electrónicas.
-Querrás refrescarte antes de ir a cenar -le dijo él en el vestíbulo-. Iremos a comer a La Chevre d'Or. Ante la mirada desalentadora de Lali, le besó la mano a la manera francesa.
-Y será una cena que nunca olvidarás -dijo una voz desconocida y muy agradable desde lo alto de la escalera.
Grant se dio la vuelta. Su carismática sonrisa se evaporó con una rapidez casi cómica.
-¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó con tono cortante.
Una atractiva joven morena, vestida de azul, bajaba la escalera con actitud parsimoniosa, sabiendo que todas las miradas estaban centradas en ella. Lali la reconoció en el acto. Yolanda Simons, la estrella de Grant.
-Ya he reservado una mesa en la Chevre d'Or -anunció Yolanda, dirigiendo una mirada asesina a Lali-. Quiero advertirte que la compartirás con una tercera persona: yo. No estoy preparada para que me margines públicamente durante el rodaje de una película. Por favor, deja de mirarme así, Grant. Pareces un chico malhumorado. Deberías entender que es una cuestión de imagen. No es nada personal.
Lali lanzó a su avergonzado padre una mirada de disgusto.
-Cuéntaselo.

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