La besó, y se frotó contra ella hacia arriba y hacia abajo, como un gato cariñoso. Lali sabía a vino y a la tarta helada que habían comido.
—Maldita sea, tú eres más deliciosa que una cena de siete platos.
Lali le clavó las uñas en los hombros, y él se excitó más, si eso era posible.
Peter lamió su mejilla, el lóbulo de su oreja y la besó en el cuello.
Ella gimió, y echó la cabeza hacia atrás. Luego la levantó y la sujetó envolviendo con sus piernas sus caderas.
—¿No vas a preguntarme qué clase de braguitas llevo hoy? —preguntó ella con esa voz sensual que él adoraba.
Peter la acomodó mejor en sus muslos y caderas.
No estaba seguro de si quería saberlo. Estaba a punto de tener un orgasmo. Y no quería imaginársela con un tanga de negro satén… Pero el suspense lo estaba matando.
—De acuerdo. He picado. ¿Qué clase de bragas llevas?
Ella le rodeó el cuello más fuertemente. Luego acercó los labios a su oreja y dijo: —No llevo braguitas.
Peter se quedó perplejo, como si no comprendiera, al principio. Luego cuando se dio cuenta de lo que había dicho, no supo si creerla.
Metió la mano por debajo de su vestido. La deslizó por las medias de costura, acarició la piel desnuda que quedaba entre las medias y la cadera y se encontró con los rizos de su pubis.
Se quedó sin aliento.
—¡Dios santo, mujer! —exclamó—. ¿Quieres matarme?
—No —dijo inocentemente ella—. Quería probar algo nuevo. Y facilitarte las cosas a ti, supongo.
—No tienes idea de cuánto…
Peter metió la mano en el bolsillo de atrás del pantalón, sacó su cartera, la abrió y extrajo un preservativo.
Aquélla era una situación de emergencia, se dijo.
—Sujeta esto —le pidió a Lali.
Ella lo agarró con los dientes. Él se estremeció. Agitó la cabeza y dejó caer la cartera al suelo. Luego empezó a desvestirse.
—Espero que no te importe, pero no creo que pueda aguantar hasta el dormitorio. Voy a tomarte aquí mismo, así, apoyada contra la puerta.
Cayeron sus pantalones y sus calzoncillos. Deslizó una mano por el vestido de Lali y se lo subió hasta la cintura.
—Si esto no es lo que quieres, dímelo ahora. Porque dentro de unos segundos no seré capaz de parar.
Mirándolo a los ojos, ella abrió el sobre del preservativo y lo sacó. Se lo colocó en la punta, y luego lo deslizó hasta el final. Cuando estuvo listo dijo:
—Sí, es lo que quiero.
Y entonces levantó las piernas, rodeándole más fuertemente la cintura con ellas, haciendo que su sexo rozara su erección.
Con un empuje él estuvo dentro. Ella lo quemaba, sus músculos lo apretaban haciéndole desear llorar de placer.
Él la apretó más contra la puerta, y alzó su otra pierna hasta que ella estuvo firmemente sujeta. Peter le sujetó el trasero, levantándola y a la vez apretándola contra él.
Peter observó que ella cerraba los ojos, y se mordía los labios. Él no pudo resistirse a lamer el contorno de su boca con la punta de la lengua.
Aquel gesto se transformó en un beso completo cuando él se adentró más en ella. Él no podía controlarse ya. No podía pensar. Su cuerpo y su mente estaban alcanzando el éxtasis.
Cuando empezó a preocuparse de que llegaría a la cima del placer antes de dar siquiera la oportunidad a Lali de obtener algún goce, ella arqueó la espalda, y se movió espasmódicamente alrededor de él. Su clímax fue como una cerilla encendida al lado de un cartucho de dinamita, produciendo una explosión en la sangre de Peter y en su bajo vientre. Entonces él volvió a empujar, más y más intensamente. Una, dos veces.
La tercera vez, el placer fue como un cohete lanzado al espacio. Peter gritó de placer y de felicidad y luego se derrumbó con la misma fuerza de su conmoción.
otrooo
ReplyDeleteel siguiente
ReplyDeletequiero mas
ReplyDeletePone mas
ReplyDeleteMe encantaaa massss
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