Thursday, December 10, 2015
capitulo 46
Lali le clavó los dedos en los hombros, arañándoselos ligeramente. Notó
cómo Peter manipulaba el broche del sujetador hasta que lo soltó. Tuvo que
separarse de él, pero sólo lo justo para permitir que se lo quitara.
En vez de estrecharla nuevamente entre sus brazos, Peter tomó sendos
pechos en las palmas de las manos y jugueteó un poco con los pezones duros. Pero
sin romper el beso en ningún momento.
Ella gimió en su boca y se pegó más a él, acariciando cada centímetro de carne
dura y caliente a su alcance: los brazos, la espalda, los pectorales y los sensibles
costados.
Entonces fue él quien dejó escapar un entrecortado gemido de deseo, cuando
Lali le pasó las yemas de los dedos por el fibroso trasero y después continuó
ascendiendo por la base de la espina dorsal con la punta de las uñas.
Lali casi sonrió. Percibía la desesperación que iba creciendo dentro de él,
por la forma en que le apretó más los pechos y profundizó el beso, al tiempo que se
pegaba más a ella, totalmente excitado.
Sin previo aviso, desenroscó las piernas de Lali de debajo de ella y la
tumbó de espaldas sobre la cama. Acto seguido se puso encima, cubriéndola por
completo con su cuerpo, mientras perfilaba con los labios el contorno de las mejillas,
los párpados, la mandíbula y detrás de las orejas.
Al mismo tiempo, le fue quitando las medias, deslizándolas lentamente por los
muslos y las pantorrillas hasta llegar a los pies. A continuación procedió a hacer lo
mismo con las braguitas, y Lali levantó un poco las caderas para que le fuera
más fácil, hasta que por fin quedó totalmente desnuda, y pudo sentir el cuerpo de
Peter en los lugares más oportunos.
Peter posó la boca en la garganta de Lali y empezó a lamerla y a chuparla
y a gemir, provocándole escalofríos de placer que la sacudieron hasta lo más
profundo de su ser, al tiempo que la atraía hacia él sujetándola por las nalgas,
haciendo que Lali se encendiera al sentir su erección y todo su cuerpo se
derritiera de deseo.
—Eres tan hermosa —murmuró él, besándola por todas partes—. Más de lo que
imaginaba. Y mucho más de lo que hubiera podido fantasear en las últimas semanas.
Ella sonrió y le acarició el pelo mientras disfrutaba con la ronca declaración,
aunque se lo hubiera dicho a un millón de mujeres antes que a ella. Aquello no se
trataba de compromiso o sinceridad. Se trataba sólo de lujuria, deseo e indecible
placer, por fugaz que fuera.
—Tú tampoco estás mal —respondió ella, recordando la multitud de sueños
eróticos que había tenido con él desde que llegara al palacio.
Sonriendo ampliamente, Peter levantó la cabeza y la miró. Se inclinó y la besó
apasionadamente y entonces se apartó y la miró con expresión seria.
—Dime que me deseas —exigió.
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