Friday, February 19, 2016
capitulo 19
Lali deseó que la recepcionista dejara de observarla con tanta insistencia. Desde el
momento en que entró al edificio, notó las miradas curiosas que la seguían. Se preguntó
cuántos la reconocerían como la ex esposa de Peter. La presencia de un guardia de seguridad a
su lado levantó comentarios, dándole una importancia errónea.
— ¿La señora Lanzani? – preguntó sorprendida la recepcionista del piso superior. Miró
a Lali de arriba abajo y observó sus botas y su abrigo de invierno, pero su atención quedó fija
en su cabello suelto. Con seguridad, cuando Peter la recibiera, la recepcionista ya podría
enumerar con precisión las pecas en la cara de Lali.
La secretaria de Peter llegó para mostrarle el camino. La oficina estaba como ella la
recordara, moderna y con mucha luz, en fuerte contraste con su dueño. Detrás del escritorio, él
se puso de pie y en su boca apareció una brillante sonrisa.
— Perdóname por hacerte esperar – murmuró Peter, tal vez para que lo escuchara la
secretaria que se retiraba. Sintiéndose muy nerviosa, Lali lo estudió y se ruborizó.
— ¿Ahora qué? – preguntó ella y él extendió una mano.
— Ven aquí... – le pidió con voz suave. Lali no se movió, parecía como si estuviera
pegada a la alfombra. Se estremeció al ver su mirada y una sensación de deseo y satisfacción
la embargó. Temblorosa, levantó la barbilla.
— Puedes obligarme a venir aquí y a casarme contigo, pero eso es a todo lo que puedes
aspirar.
— ¿Si? – preguntó Peter acercándose a ella. Sus largos dedos comenzaron a desabotonar
el abrigo, para después deslizarlo por sus hombros hasta que cayó al suelo.
— ¡Detente... por amor de Dios... detente! – pidió Lali. La tensión dominaba sus nervios.
— Entonces no me desafíes – respondió Peter. Deslizó su mano hasta su cabello y después
la acarició la mejilla — ... y deja de comportarte como si me temieras. No me agrada, nuca te
he lastimado.
Lali estuvo a punto de decir que a veces un golpe físico era mejor. Cuando él le quitó el
abrigo, ella sospechó que pensaba seguir con el vestido. Ahora, la acercó a él, hasta que sintió
el calor de su cuerpo.
— Peter ... no – imploró Lali. Su cuerpo delgado estaba rígido y temía esa proximidad tan
tormentosa. Algo iluminó los ojos de Peter, inclinó la cabeza y la besó con fiereza, obligándola
a abrir los labios a la invasión de su lengua. No la besaba con paciencia o gentileza. Era un
beso muy sexual y estremecedor.
Peter colocó la mano en la espalda de Lali y la oprimió contra sus muslos firmes. Ella
sintió que una ola de calor la recorría su cuerpo. La potencia de la excitación de Peter no era
menor a la ansiedad con la que la besó. De la boca de Lali escapó un quejido, mientras una
inesperada ansiedad se apoderaba de ella. Sintió una pasión terrible y por instinto abrió la boca
y dejó caer la cabeza hacia atrás, mientras él hundía los dedos en su cabello. La otra mano se
deslizaba sobre su cuerpo, le acariciaba los senos y caderas. Esa embestida violenta la sedujo,
pues hacía tiempo que no sentía las caricias de Peter... en realidad ningún hombre la había
tocado desde entonces. La dominaba el deseo que en otras ocasiones la hizo estremecerse
ante él. De pronto, Peter dejó de besarla y levantó la cabeza.
— Podría poseerte en este momento.... aquí, si lo quisiera. Con desdén apartó sus manos
de ella — . Tienes el alma de una libertina, cara. Te traiciona cuando menos lo deseas, hasta
conmigo, a quien dices odiar.
Lali se apartó temblorosa, sentía los pezones tensos bajo la ropa y una gran necesidad
de satisfacer su pasión. Nunca se odió tanto como en ese momento, por haberse rendido ante
Peter, cuando su única intención era demostrar su desdén. No obstante, Lali no tenía idea de
que todavía podía hacerla perder la cabeza, en contra de todo sentido común. Alguna vez Peter
la trató como si fuera una criatura frágil y preciosa que podría romperse en sus manos.
Comprendió que lo que perdió y destruyó volvía a atormentarla.
Peter fijó los ojos en las ardientes mejillas de Lali y en su evasiva mira y dijo:
— Hice arreglos. Nos casaremos dentro de una semana. Cuando esta noche aparezcas en
mi compañía, anunciaremos a los curiosos que otra vez estamos juntos. Ordené que
entregaran en el apartamento una selección de ropa. Esta noche te pondrás el vestido azul. No
iré a cenar, por lo que tendrás que hacerlos sola.
Lali debió adivinar que él se encargaría del problema de la ropa, pues su guardarropa ya
no contenía vestidos de alta costura. Sintió amargura al comprender que en sus manos sería
como una niña desvalida.
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