Sunday, February 14, 2016

capitulo 50

-Por supuesto -le aseguró, apoyando ambas manos en los tensos hombros-. Las últimas cuarenta y ocho horas han resultado muy estresantes. Lo único que hemos hecho es descargar esa tensión en la cama. Resultó electrizante. No hay porqué sentirse mal. Pero ella no quería consolarse. Y cuando salió del baño para vestirse, se dio cuenta del motivo. No había nada más brutalmente real e imposible de esconder que un embarazo no deseado que pondría furioso al hombre que amaba. Descubrió que ya no podía seguir engañándose y tenía que enfrentarse a la dura realidad. No podía seguir viviendo el momento con una nueva vida desarrollándose en su vientre.Peter la llevó a un restaurante elegantísimo a comer a la luz de las velas. Les pusieron champán francés con un elegante ademán en la mesa. Ella pidió agua mineral. Peter le tradujo el menú entero. Ella pidió luego una ensalada pero no la comió. Peter había encargado con antelación tarta de chocolate. Ella dijo que no tenía ganas de comer. Él le dijo que el café era una especialidad de la casa. Ella le encontró sabor raro y metálico. Dejó los anillos en el lavabo. Tuvieron que volverse de la puerta de la discoteca y soportar un atasco de veinticinco minutos para recuperarlos. -Me sorprende que no hayan robado el diamante -le dijo Peter con una reflexiva mirada de censura. -Pues a mí no. ¡Es tan grande que parece de juguete! -dijo Lali, sin arrepentirse un ápice por los inconvenientes que había causado. -Vale -dijo Peter apretando las mandíbulas-. Por fin lo he entendido. No te gusta tu anillo de compromiso. -No es mío, es tuyo, así que, ¿qué importa lo que yo opine? -espetó Lali caprichosa, escandalizada por la forma en que se había comportado toda la noche, pero incapaz de controlar su propia inseguridad. Y odiando a Peter cada vez más a medida que avanzaba la noche. Odiándolo por cada sonrisa y mirada que las mujeres le echaban, odiándolo por tomar precauciones todos los días religiosamente menos la noche en que tendría que haberlo hecho. -¿Se puede saber qué te pasa hoy? -preguntó Peter cuando se subieron en la limusina. -No tengo ganas de simular más, eso es todo -quiso morderse la lengua, pero no pudo. No podía controlar la amargura. Se hizo un silencio mortal. -¿Y qué quieres decir con eso? -la profunda voz de Peter se había convertido en hielo, y hacía mucho tiempo que no usaba ese tono con ella. -Haces que me avergüence de mí misma. -¡Dime que esto es un pequeño colapso después del estrés que hemos pasado y respiraré hondo con santa paciencia hasta que pase! -le respondió amenazador. -Lo que tenemos es algo muy sórdido -dijo Lali, haciendo un esfuerzo por callarse, pero el dique de sus emociones se había desbordado y tenía que dejarlas correr. -¿Cómo? -Compraste el derecho a decirme qué hacer cuando pagaste esas deudas. Lo dijiste tú mismo - le recordoLali temblorosa-. Y eso lo podría soportar si no hubiésemos acabado en la cama. -Cuando hicimos ese trato no había nada entre nosotros. ¡Las cosas han cambiado mucho desde entonces! -¡Pues bien, te sigo odiando por lo que me has hecho! -gritó Lali sin control. Pero mientras lo decía, deseaba que él la tomase en sus brazos y la abrazase, la convenciese de que eran sólo tonterías suyas y la hiciese sentirse segura otra vez. -Vale -respondió Peter la miró con la cara ferozmente tensa y una expresión indescifrable en los ojos. Luego levantó el teléfono para comunicarse con su chófer. Minutos más tarde, la limusina salió del tráfico y se detuvo frente al hotel. -Te veo mañana en la clínica -dijo Peter sin inflexión en la voz, y un momento más tarde la puerta de Lali se abrió para perrnitirle bajarse. -¿Mañana? Y ahora, ¿dónde vas? -No creo que sea de tu incumbencia en este momento. Nunca se le había ocurrido que Peter se iría. Le pareció la forma más cruel de castigo. Sin decir palabra, se bajó y miró como el coche se alejaba. En ese momento estaba segura de que, a pesar de lo que había dicho, volvería, pero a las tres de la mañana se fue a la cama y tuvo un sueño inquieto y angustiado. Se despertó al amanecer con la necesidad de hablar con alguien y se le ocurrió llamar a Petra, pero sabía que Peter se ofendería muchísimo si era indiscreta. Así es que se guardó las ganas de desahogarse, pero sucumbió a la tentación de llamar a Benjamin para charlar un rato mientras se hacía la hora de ir a ver a Alejo. Benjamin estaba mejor. Ya tenía su fecha de vuelta para dentro de quince días. Eso lo había tranquilizado un poco y se había pasado el tiempo mirando coches. Se pasó el resto de la conversación hablándole de las bondades de un Corvette por el que se había enamorado. Lali tomó luego un taxi para ir la clínica a eso de las diez. Se sintió de lo más humillada al llegar a la habitación de Alejo y enterarse de que Peter ya se había puesto en contacto con su padrino. No se le ocurrió pensar que ella había pasado una hora al teléfono, pues ni se había dado cuenta de que la llamada era tan larga. -¡Qué pena que os tengáis que separar tan pronto después de la boda! -suspiró Alejo comprensivo-. ¡Pobre Peter, tenerse que ir a Londres ahora por la crisis en el mercado de valores! ¿Crisis? ¿Qué crisis? Al recibir la devastadora noticia, sólo el cariño que le tenía al anciano que observaba su reacción ansiosamente le dio fuerzas para esbozar una alegra sonrisa. -¡Me encanta estar aquí contigo! La cara de pena de Alejo se evaporó como por encanto. -Además, si voy, estaré sola todo el tiempo -explicó-. Ya sabes que para él el trabajo es lo primero. Así que Peter se iba a Londres. La dejaba en España, tal como lo habían planeado se dijo Lali, sin poder reaccionar. Peter ya llevaba dos semanas sin ir por el Banco Lanzani, Alejo pronto se iría a casa para reponerse y ella se quedaría con él para asegurarse de que no hiciese esfuerzos. Siguió charlando con Alejo, y sólo cuando se hizo el silencio se dio cuenta de que se había quedado dormido. Ni recordaba de qué había estado hablando. Salió para estirar las piernas un poco y se paró en seco en la puerta.Peter venía por el pasillo. Estaba guapísimo vestido con un elegante traje gris, camisa blanca y corbata plateada, pero ya no era el hombre tranquilo y sonriente al que se había acostumbrado. Cuando se detuvo a su lado, su aspecto frío y distante la intimidó, igual que aquel día en que entró a su despacho y le mostró la lista de las deudas de Petra. Lali tembló, sintiendo que todo lo que había pasado desde entonces había existido sólo en su imaginación. -Alejo está dormido -murmuró titubeante. -Tiene que descansar todo lo que pueda. Llamaré esta noche. Lali tomó aire para reunir fuerzas para lo que quería decir. -Peter, perdóname por la forma en que actué anoche... -Olvídalo -interrumpió Peter, distante y controlado. -No puedo... no quería decir lo que dije... -insistió, la tensión subiéndole por momentos. Era como si nunca hubieran hecho el amor, ni reído juntos. Como si nunca hubiesen compartido nada. -No quiero hablar del tema -insistió frío como el hielo, sin esconder su impaciencia. Incontrolables, las lágrimas le llenaron los ojos. César exhaló un suave improperio y le apoyó la mano en la cintura para guiarla hasta la sala de espera. Una vez allí, no cerró la puerta, como si no quisiera tener intimidad para discutir el problema ni estar con ella un segundo más de lo necesario y se acercó a la ventana dándole la espalda. Sintió su rechazo como un verdadero golpe. -¿Dónde fuiste anoche? -susurró desmoronándose en una silla, igual que su mundo se le desmoronaba alrededor. - A la playa. -¿Qué, qué playa?- tartamudeó. -Una playa, ¿vale? -dijo irritado- ¿Qué importa dónde? -Me tenías preocupada... -He pagado la cuenta del hotel -dijo dándose la vuelta un instante. Tenía las mandíbulas apretadas y tensas-. Estarás más cómoda en la finca. El chófer de Alejo te traerá a Granada todos los días. Dentro de un par de semanas te podrás venir a Londres y entonces resolveremos el resto. Ése era el momento para decirle que estaba embarazada, pensó Lali con tristeza. Nadie los interrumpiría.

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