Wednesday, February 10, 2016

capitulo 30

-Estás cansado, eso es todo. Hace horas que tendrías que estar en cama -Lali alargó la mano para agarrar el vaso que Peter le alcanzaba, notando con sorpresa que a Peter le temblaba la mano. Llevó con cariño el vaso a los labios de Alejo. -Me alegro de que estés aquí -murmuró-. Me alegra que los dos estéis aquí. Después de todo, tendré que operarme... -¿Operarte? -preguntó Peter con extrañeza. -Soy un viejo bobo... nunca me gustaron los hospitales -murmuroAlejo-. Eduardo dice que necesito que me pongan un marcapasos. El doctor Arriba llegó rápido y los dos hombres acompañaron a Alejo al dormitorio. Lali se sentó con él hasta que se durmió y reflexionó en silencio sobre lo que había oído detrás de la puerta antes del colapso de Alejo. ¡Peter había prometido casarse con ella la semana siguiente! Peter, generalmente el más frío y racional de los hombres, se había alterado tanto por la furiosa orden de que se marchase, que había hecho una delirante promesa en vez de explicar que la situación no era lo que parecía. Pero resultaba difícil decir la verdad después de que Alejo los sorprendiera en la cama. Se habría puesto más furioso todavía. Por suerte, el estado de salud de Alejo evitaría que Peter tuviese que casarse con ella inmediatamente. Lo operarían y durante la convalecencia, seguro que Peter le confesaría que su supuesto compromiso era un engaño hecho sin ninguna maldad. También tendría que decirle que no había pasado nada en el dormitorio. Nada, repitió Lali para sí misma. Nada en lo que tuviera que pensar otra vez. Un momento de debilidad que era mejor olvidar. Cuando salió de la habitación de Alejo, la sorprendió encontrarse con Peter en el pasillo. El sobresalto todavía se le reflejaba en la cara, donde se le marcaban líneas de ansiedad. -¿Te ha dado alguna mala noticia el doctor Arribas? -preguntó ansiosa. -No -dijo Peter mirando hacia otro lado, con el fuerte perfil rígido-. En realidad, el pronóstico es bastante bueno. Alejo me dijo que el corazón le fallaba, pero fue un poco exagerado. Parece ser que estaba muy asustado por la idea de tener que ponerse el marcapasos. -Es comprensible. Nunca ha tenido que internarse antes. -Cuando Eduardo le diagnosticó el problema el año pasado, Alejo enterró la cabeza en la arena y no quiso saber nada de cirugía. También le pidió a Eduardo que ni se le ocurriese decírmelo. Sabía que si me lo decía, yo insistiría en la operación. -Y es lógico que lo hagas. Es la única opción sensata -dijo Lali, asombrada ante la profundidad de las emociones que evidentemente Peter trataba de esconderle. -Tenía miedo de que yo lo forzase a hacerlo -dijo Peter, con furia reprimida. -Pues el desmayo ha resuelto la cuestión -lo consoló Lali-. Alejo ha aceptado que necesita la operación. -¡Pero nunca habría tenido el ataque si no hubiese sido por mí! -explotó Peter, culpable y arrepentido-. ¡Madre di Dio! ¡Casi lo mato! -No es verdad, Peter -protestó Lali enseguida, preocupada por él-. El doctor Arribas dijo que le podría haber sucedido en cualquier momento. -¡Accidenti! -exclamó, con expresión culpable-. No me vengas con esos cuentos ahora. Alejo éstaba muy alterado. Nunca lo había visto alterado por nada. ¿Y qué lo causó, eh? ¡Yo y mis brillantes ideas! -concluyó fuera de sí. La miró con los arrepentidos ojos llenos de pena y se alejó a largos pasos. La reacción instantánea de Lali hubiera sido seguirlo y razonar con él. Se estaba culpando demasiado. Nunca hubiera permitido que alguien se fuese en tal estado sin ofrecer un consuelo, pero se forzó a no hacerlo. Peter, que no bajaba la guardia con nadie, lo acababa de hacer para recriminarse. Quizás dentro de unas horas se arrepentiría de haber mostrado esa debilidad. Seguro que se enfadaba porque ella había sido testigo de esa breve pérdida de disciplina. Era un hombre muy introvertido. Y no le gustaría que ella se inmiscuyera. Le dio pena darse cuenta de que no podía conectar con él. Peter era un perfeccionista. Había comenzado todo con las mejores intenciones, pero de repente le había salido mal. Alejo estaba molesto y apenado, y le había demostrado una dolorosa falta de confianza. Con ese disgusto Peter habría tenido más que suficiente. Pero, para rematarla, a Alejo le había dado un colapso.

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