Tuesday, February 23, 2016
capitulo 39
Lali despertó por el ruido producido por un helicóptero al aterrizar. Cuando salió a la
terraza, Peter hablaba por teléfono en italiano y dos hombres que vestían traje oscuro estaban
con él. Lali palideció al reconocer a uno de ellos. El hombre mayor con cabello gris era
Roberto Carreras, el abogado que Peter enviara a Florencia para llevarle los papeles de la
separación. Al mirar al hombre, los recuerdos horribles pasaron por su mente.
— ¿Quiere tomar café? – preguntó Sofía al pasar a su lado con una bandeja. Los hombres
volvieron la cabeza y vieron a Lali, por lo que ya no pudo retirarse. Carreras de inmediato se
puso de pie y la saludó.
— Buon Giorno, signora – saludó e hizo un comentario ligero acerca del paisaje.
Mortificada, Lali se vio obligada a aceptar la silla que él le ofrecía y le sonrió. Lali
recordó que cuando ella le rogó para poder hablar con Peter, su respuesta fue:
— Ese no es el deseo de mi cliente, signora. Lali no pudo controlarse más, se puso de pie y dijo:
— Discúlpeme – sentía las piernas temblorosas — . Los dejaré para que discutan sus
asuntos.
Al entrar en la casa, sentía la mirada de Peter fija en ella. ¿Cómo podría sentarse a charlar
con cortesía con un hombre que atestiguó su humillación? Eso era pedirle demasiado. Peter era
tan insensible que probablemente no recordaba que Carreras fue el abogado encargado del
divorcio.
Lali comprendía que muchas cosas podrían evitar que su matrimonio funcionara. Ni
siquiera su inocencia podía borrar el recuerdo de una pesadilla. El día anterior se dejó llevar
con la marea debido a que lo amaba y quería aferrarse a la frágil esperanza de que Peter
hablara en serio cuando dijo que quería empezar de nuevo y olvidar el pasado. ¡Qué tonta fue!
Lali estaba de pie mirando el mar y las rocas, cuando unas manos firmes oprimieron sus
hombros desde atrás.
— Ya se fueron – dijo Peter y Lali comprendió que él también había recordado. ¿Cómo
podría alguno de ellos olvidar?
— Tienes que dejarme ir, Peter – murmur Lali y él le oprimió los antebrazos.
— No. ¿Por qué hablas así ahora?
— Estás lastimándome – dijo Lali. Peter la soltó y sus pulgares frotaron las huellas que
dejaran sus dedos.
— No fue mi intención, creo que te lastimé, perdóname.
Lali soltó una carcajada histérica.
Después de un momento él añadió:
— Demasiado tarde recordé que debería protegerte de esa vergüenza. No se repetirá, fue
un descuido desafortunado. No tendrás que volver a verlo.
Lali volvió reír con poca naturalidad.
— ¿Qué vas a hacer? ¿Decirle que ya no es bienvenido en tu casa, porque en cierta
ocasión hizo un pequeño trabajo en tu nombre?
— Lo transferiré a otro sitio. El no sufrirá por eso. No puedo hacer más. Si tanto te molesta
verlo, ya no lo recibiré – dijo Peter de manera práctica.
— Ya veo. ¿Planeas hacer lo mismo con todos los que pudieran hablar? ¿El personal de la
casa en Florencia, los hombres de seguridad, tus secretarias en Roma que nunca te pasaron
mis llamadas, el personal que se aseguró de que mis cartas fueran devueltas... y qué hay
acerca de los otros abogados que tomaron parte en el asunto? – preguntó Lali. Peter la volvió
y la sacudió.
— Ya es suficiente – dijo Peter.
— No estás siendo lógico, Peter. Tal vez Athene no comente nada, pero muchos de tus
amigos deben estar enterados. Sé que la sociedad de Roma ama las murmuraciones. ¿No te
importa lo que la gente diga a tu espalda?
Peter la soltó y se alejó a varios pasos, como si supiera que al estar cerca, no podría
controlarse. Lali movió la cabeza. Peter no quería escucharla porque si esas cosas sucedían,
ella sería quien pagara el precio.
Lali añadió: — ¿NO te das cuenta de que desquitarás tu ira conmigo?
— ¿Cómo puedes creer eso de mí? – preguntó Peter. Lali extendió el brazo y se detuvo
de la pared.
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