Sunday, February 28, 2016

capitulo 2

-Sí, claro. Tú vas al rancho todos los veranos, ¿verdad? Pero no fuiste este verano... -Tuve que cuidar a mi madre -había dicho Lali con firmeza. -Sí, ya lo sé. Yo pude haber ayudado, pero... ¿Qué piensas hacer con las acciones? -Desearía no tenerlas. No me gusta tener que enfrentarme a Peter. Si mi madre hubiera arreglado lo de las acciones de otra manera... -Ella le odiaba. Recuerdo que no iba a las fiestas porque sabía que él iba a estar allí. ¿Por qué se llevaban tan mal? -Porque ella era una chica de sociedad. Y no había nada en el mundo que Peter odiara más. La madre de Katy también era así, ya lo sabes. Ella rompió su compromiso mientras él estaba en Vietnam y se casó con otro. Por esa razón parece que odia a todo el mundo, incluso a mí. Yo pensé que la batalla se acabaría cuando ella muriera. -Creo que podrás manejarle. -¿A Peter? -había dicho Lali sonriendo-. La primera vez que le vi fue cuando estuve con mi padre en el rancho de Lanzani. Yo tenía catorce años. Mi padre se tomó unas cuantas copas y se acercó a él con una pistola cargada. Peter no dio ni un paso atrás. Fue derecho a la pistola, se la quitó y le golpeó en las rodillas. -Te brillan los ojos cuando hablas de él -le había dicho Euguenia a Lali-. Te entusiasma, ¿verdad? -Me asusta. -Eres terriblemente ingenua para los años que tienes. No es miedo, lo que pasa es que no tienes experiencia para saber lo que es -le había dicho Euguenia dándose la vuelta para marcharse-. Me tengo que ir Pablo me está esperando en el aeropuerto. Ya me contarás cómo van las cosas. Y eso fue todo. Lali se quedó sola. No tenía familia, ni ningún amigo en quien confiar. No tuvo la ocasión de tener amigos porque tenía que cuidar a una madre inválida. Tan pronto como Peter se diera cuenta de que Lali controlaba sus acciones le haría la vida imposible. Aunque no había conseguido convencer a Gimena, eso no quería decir que no lo intentara con Lali. Se apartó de la ventana al sorprenderle las luces de un coche. El ruido de la lluvia amortiguaba el ruido del motor. Lalise fue al vestíbulo y se sentó en la escalera. Se tocó la cara y se comparó a Euguenia. Tenía una nariz perfecta y unos labios rojos muy perfilados. Sus ojos eran grandes y atrayentes, v aunque no era tan hermosa como su hermanastra, tampoco era muy fea. Algún día encontraría a un hombre y se casaría con él. Pensó en Peter y supo que él nunca se casaría. Él ni siquiera había propuesto matrimonio a la madre de Katy. Lali se quedó mirando toda la enorme casa que había formado parte de la herencia de los Esposito desde hacía más de cien años. Euguenia tenía razón. Debería vender la casa. Los dividendos de sus acciones eran suficientes para que ella pudiera vivir, pero no para mantener la casa. Lali se puso de pie. Podría ponerse a ordenar los cajones y así estaría ocupada. Hubiera sido una bendición si hubiera tenido un trabajo, pero tan sólo había llevado el funcionamiento de esa enorme casa. Y muy pronto, no tendría ni eso. Lali sonrió y pensó que tenía que buscar un trabajo. El timbre de la puerta la sobresaltó. No esperaba a nadie. Se miró en el espejo y vio que estaba algo despeinada, pero no le daba tiempo a arreglárselo. Estaba pálida y sin nada de maquillaje. Esperaba que no fuesen más facturas. Ya había tenido bastante desde que se hizo pública la muerte de su madre. Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo cuando abrió la puerta. El hombre que tenía enfrente era el sueño de cualquier mujer. Era alto, fuerte y llevaba un traje a rayas que parecía ser bastante caro. Se parecía a un modelo de una revista. Pero su rostro era inescrutable y su boca firme. Sus cejas tenían el mismo color azabache que su pelo, que llevaba oculto bajo un sombrero. La imagen de aquel hombre era tan fabulosa que Lali dio un paso hacia atrás sin darse cuenta. -Me imagino que me estabas esperando -dijo Peter. -Oh, sí, junto con el diluvio, el terremoto y las erupciones volcánicas -dijo Lali con ese toque de humor que siempre le salía a flote cuando estaba nerviosa-. No debería molestarme en preguntarte por qué estás aquí. Es obvio que has visto el testamento. Peter entró y cerró la puerta. El agua le caía del borde del sombrero. -¿Dónde podemos hablar?

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