capitulo 7

Esa generosidad inesperada de parte de Peter la estremeció y la sorpresa se reflejó en su rostro. Su boca formó una curva irónica. — Santino me dio su versión del accidente y va de acuerdo con la tuya – explicó Peter — . Esos hombres serán despedidos. — ¿Por... qué? – murmuró Lali, mucho más impresionada. — Los dos pudieron haber muerto – respondió Peter — . Aparte de eso, no toleraré mentiras o verdades a medias de nadie cercano a mí. O el engaño o la traición. Con Peter no había segundas oportunidades. Lali lo sabía por experiencia propia. En el silencio, ella sentía su indiferencia, no significaba nada para él, pero Santino sí. Santino era un Lanzani, el preciado hijo de Peter y su heredero. Un momento después, añadió: — Tu camioneta no tiene compostura, haré que te la repongan. — Eso no necesario – dijo Lali y se mordió el labio. — Permite que yo decida lo que es necesario –la interrumpió Peter — . ¿Crees que no s cómo vives? Si no fuera porque estoy pendiente de que a Santino no le falta nada de lo que necesita, hubiera optado tu independencia. Lali no respondió. Estaba furiosa por su arrogancia y por la forma c despreciaba el negocio al que ella dedicó tanto tiempo para que progresara. ¡El podía quedarse con su dinero! Ella nunca lo quiso. Era una cuestión de orgullo el ser autosuficiente y al serlo, pudo lograr el anonimato al usar el nombre soltera y encontrar un sitio donde simplemente era una mujer sola que vivía con su hijo. — Quiero ir a casa esta noche – manifestó Lali. — Eso sería una tontería – respondió él. Ella levantó la barbilla. — Mañana tengo que atender un negocio muy importante – explicó ella. — Tienes un socio – le indicó, con voz helada, y ella recordó que Peter no le gustaba que nadie discutiera con él. — El no estará mañana. De cualquier modo, quiero llevar a Santino a casa. — Santino ya está en la cama y feliz con sus abuelos. Déjalo allí hasta que estés bien – le aconsejó Peter — . Hasta yo puedo notar que todavía te encuentras en un estado emocional alterado. — ¿Yeso te sorprende? –preguntó Lali y soltó una carcajada. El encogió un hombro. De pronto Lali sintió ganas de llorar y deseó que él se fuera. Muchas veces imaginó lo que le diría a Peter si tenía oportunidad de hacerlo, pero nunca imaginó que resultaría tan aflictivo. Una barrera del tamaño del muro de Berlín los separaba. Peter la despreciaba y todavía creía que ella no recibió el castigo que a él le hubiera gustado aplicarle. — En u futuro cercano tendrás noticias de mis abogados – comentó Peter y consultó su reloj de oro — , ya es tiempo de discutir el futuro de Santino. Pronto tendrá la edad indicada para empezar la escuela. — Sí, lo sé – respondió Lali y notó la intensa mirada de él. — Me temo que tengo una cita en Londres ahora – manifestó  Peter, mirando hacia la puerta y ella tuvo la sensación de que de pronto él deseaba partir — . Por supuesto que ya me encargué dela cuenta aquí. Cuando estés en tu casa, iré a verte. — ¿A mi casa? ¿Pero por qué? – preguntó ella con temor. — Telefonearé antes de ir – respondió él, y se fue. ¿De pronto Peter aceptó la necesidad de consultar entre ellos lo concerniente a Santino? Lali decidió que prefería la intervención de terceras personas. Se preguntó lo que hablaron Peter y sus padres y si algo que sus progenitores dijeron, causó ese cambio sorpresivo. Temía otra sesión con Peter. Ya era demasiado tarde para actuar con cortesía, no quería que Peter visitara su humilde hogar e invadiera su intimidad, ni tampoco que reviviera los horribles sentimientos que ella había logrado controlar. — Hola... Lali levantó los ojos sorprendida al ver a su medio hermana en la puerta, envuelta en un enorme abrigo de piel. — ¿Vickie? — No tienes que sorprenderte tanto – comentó Vickie — . Vine a casa a pasar el fin de semana y recibí la impresión de mi vida al llegar y encontrar a Peter allí. Cuando supe vendría a verte, supuse que necesitarías apoyo. Estuve sentada en mi coche, en el estacionamiento, en espera de que él se fuera. No se quedó mucho tiempo, ¿no es así?