Wednesday, February 24, 2016

capitulo 42 y 43

SOFIA tenía el café preparado en el salón. Peter revisó los sobres, de pronto se detuvo y se acercó a Lali. — Es para ti – dijo Peter y le entregó una carta. Lali la tomó, reconoció la letra de Steven y metió el sobre a su bolsillo. Al levantar la mirada se encontró con los ojos de Peter que la observaban — . ¿No vas a leerla? – había reconocido el sello. — ¿Por qué, tú también quieres leerla? – preguntó ella exasperada — . Honestamente, Peter, Steven es mi amigo y socio y nunca ha querido ser otra cosa. — Esa no es la impresión que yo recibí – aseguró Peter con voz helada. Si Peter iba a sentir celos por su correspondencia, ¿qué esperanza tenían? ¿El adulterio podía cometerse por escrito? No se sentiría satisfecho hasta que la tuviera encerrada en una pequeña jaula. Lali controló el deseo de golpearlo a controlar tus celos, Peter. — Tendrás que aprender a controlar tus celos, Peter. Apenas pronunció las palabras, se arrepintió al ver la reacción de él. — ¿Celoso? ¿De qué iba a estar celoso? — Tal vez la palabra que debí usar fue “posesivo”, sin embargo, sé que hay un problema. — ¿Y te digo cuál es? Mi esposa no tiene amigos hombres. O le vendes tu parte del negocio o se las regalas. No me importa lo que hagas, más terminarás con esa relación por completo. Peter se fue sin tomar el café. Lali se secó los ojos húmedos. La esperanza de que hubiera un mayor entendimiento entre ellos quedó destruida. Lali ya no se preguntó más por qué Peter la llevó a Kordos. Los hombres del pueblo lo tenían en la más alta estima y ninguno se atrevería a mirar a su esposa. Peter era dueño de la isla y su benefactor. Aunque él no quisiera comprenderlo, lo que quería en realidad era tenerla encerrada y evitar que estuviera en contacto con otros hombres. ¿Qué esperanza tenia Lali de combatir la desconfianza de Peter? Comprendió lo mucho que Vickie los dañó a los dos. Leyó la carta de Steven y pensó que era una fortuna que Peter no intentara leerla. La carta decía: “¿Sientes que ya puedes contarme la verdad? Recuerda que mi hombro siempre está aquí. Sirvo de gran consuelo cuando no estoy desconsolado”. En la carta había muchas preguntas personales, comentarios casuales y también le pedía que le escribiera pronto para informarle dónde tenía escondidas las llaves de repuesto del MG. “Realmente no puedo arreglármelas sin ti, por favor déjalo y ven a casa”. Lali suspiró y comprendió que Steven no podría dirigir solo la tienda, por ser demasiado desorganizado. Mientras hubiera comida sobre la mesa y gasolina para el coche, él estaría feliz, no tenía más ambiciones y se hizo muy dependiente de ella. Si Bárbara era la mitad de la mujer que Lali pensaba, iría en su ayuda. Ese negocio, bien atendido, mantendría con comodidad a una pareja. Fue por la noche temprano cuando llegó la llamada. Spiros entró en la sala y habló directamente con Peter. Lali estaba reclinada en el sofá y leía un periódico, ignorando una atmósfera llena de expectación. No le había dado razón a Peter para sospechar de Steven y el pensar en rebajarse para darle más explicaciones, la hacía sentir un nudo en la garganta y si ahora mencionaba a Bárbara, era probable que las sospecha de Peter aumentaran. — Parece que alguien te busca y no quiere identificarse – dijo Peter. Lali levantó la cabeza. — ¿Tengo un visitante? – preguntó sorprendida. — No, es una llamada telefónica – le explicó Peter. Lali se puso de pie, pero Spiros ya le pasaba la extensión más cercana. Lali esperaba escuchar la voz de su hermana, mas la voz que escuchó hizo que su corazón dejara de latir y volvió a sentarse. — ¿Lali? Si eres tú, por amor de Dios di algo – dijo la voz con acento neoyorkino — . No soy muy bueno para adivinar. — Soy yo – respondió Lali. — Supongo que no me habrás olvidado. Soy Jeff Connors – al escucharlo, Lali acercó todavía más el auricular a la oreja, en caso de que su voz pudiera llegar hasta Peter. Sintió alivio al ver que Peter se ponía de pie y salía de la habitación. — Ahora estoy sola. Puedes hablar – murmuró Lali. — Vickie me contó todo. Tienes que creerme que no tenía idea de que tú y tu marido se hubieran divorciado. No podía dejar las cosas así y vine aquí... — ¿A dónde? – lo interrumpió Lali sin aliento. Su corazón latía con fuerza. — Estoy en Atenas. Trato de conseguir transporte hasta Kordos.

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