Monday, February 15, 2016

capitulo 2

Ese día Lali decidió que ya era suficiente. Santino era de ella y esos hombres estaban, lo creyeran o no, en tierra inglesa. Ella no tenía que estar allí dejándose intimidar por los secuaces de Peter. Sus ojos cafe miraron a los dos hombres con enfado. — Desafortunadamente, los deseos del señor Lanzani no tienen el mismo peso conmigo – murmuró Lali y de manera desafiante, extendió la mano para tomar la maleta de su hijo. Después de un momento de duda, el hombre se la entregó y el peso de esta, casi le disloca la muñeca. Ella era una mujer pequeña y delgada. Animada por su pequeña victoria, sonrió y dijo — : gracias. — ¿Por qué están enfadados Enzio y Marco? – respondió ella — . Despídete de ellos. Santino volvió la cabeza. — Vienen detrás de nosotros – la informó el niño. Lali se dijo que si ellos querían perder el tiempo al seguirla hasta el estacionamiento, era asunto de ellos. Decidió que debió ser firme desde mucho antes. No debía permitir que para ella tuviera importancia la opinión de extraños. Comprendió que lo que temía era que supieran el motivo por el cual su matrimonio terminó. Era un temor profundo de que su secreto fuera conocido entre el personal de seguridad de alta jerarquía de Peter. Era eso lo que inevitablemente la mantenía en silencio.... la vergüenza y culpa, aun después de cuatro largos años. Sentía que ya no era digna de respeto, por lo que los demás no se lo dieran. — Se fueron – dijo Santino un tanto desilusionado, durante el largo trayecto hasta la camioneta. Los tensos hombros de Lali se relajaron un poco, bajó la maleta y la tomó con la otra mano. Era una mañana fría, con escarcha y las botas que llevaba resbalaban sobre la blanca acera. Se cerró el grueso abrigo y apresuró el paso para llegar hasta la camioneta azul estacionada cerca de cerca. Cuando colocó la maleta de Santino en la parte posterior y se sentó detrás del volante, notó que Santino estaba silencioso. Por lo general charlaba mucho y le contaba historias de sus aventuras. Por algún motivo, faltaba su habitual alegría. — ¿Te divertiste? – le preguntó Lali. — Oh , sí – le sonrió con aprensión, mientras ella ponía la camioneta en movimiento. — ¿Qué hiciste? — Fuimos a pescar y a nadar... y viajamos en el avión. Nada especial – murmuró el niño y volvió su pequeña cabeza. Lali supuso que para Santino eso no era nada especial, puesto que desde muy pequeño voló alrededor del mundo para reunirse con su padre. Cuando Santino era un bebé, Peter volaba hasta Londres y una niñera en un coche conducido por un chofer iba por Santino y tenerlo con él durante el día. No obstante, cuando Santino fue menos dependiente de su madre y tuvo más familiaridad con su padre, los paseos de un día poco a poco se convirtieron en eventos que duraban un fin de semana. Ahora el niño tenía casi cuatro años, era muy inteligente y tenía confianza en sí mismo. En esos días ya no iba la niñera para cuidarlo y una llamada telefónica o una carta del abogado de Peter, era suficientes para avisar de su llegada. Peter tenía acceso ilimitado con el niño. Cuando Santino era un bebé, esto no preocupaba a Lali pues parecía que Peter no intentaba inmiscuirse demasiado. Sin embargo, la situación cambió con rapidez durante un año. Además, Santino adoraba a Peter de manera abierta y Lali nunca pudo comprender ese hecho sorprendente. Peter era frío, remoto, capaz de sentir mucho odio hacia la madre de su hijo... ¿cómo era posible que Santino le inspirara confianza y afecto? Ella no podía imaginarse a Peter agachado para estar a la altura de un niño de tres años, más parecía que así sucedía. — Mamá, papá quiere que viva con él – murmuró el niño. Los ojos de Lali estaban fijos detrás de la camioneta. Lali estuvo a punto de frenar de pronto al escuchar lo que decía Santino. — ¿Qué dijiste? Repítelo – pidió Lali y respiró profundo. — Me preguntó si me gustaría – comentó el niño. Lali se dijo que Peter era un hombre manipulador al preguntar eso a un niño de la edad de Santino. Fue sólo una charla, y era posible que de estar ella en el lugar de Peter, habría hecho lo mismo. Eso no significaba que ella tuviera que preocuparse, después de todo, Peter no luchó por la custodia de Santino cuando éste nació. ¿Por qué iba a hacerlo ahora? — ¿Qué le respondiste? – quiso saber Lali. — Que me gustaría, sólo si tu también ibas. Lo he pensado muchas veces – le aseguró Santino — ,y me gustaría mucho, pues así no te extrañaría a ti ni a papá. La solución de Santino era muy conmovedora y práctica, pues él no comprendía el divorcio. ¿cómo podría hacerlo? Ni siquiera entendía lo que era el matrimonio. Nunca vio a sus padres en la misma habitación juntos. Mamá y papá eran personas muy diferentes, quienes vivían vidas diferentes y con quienes él hacía cosas opuestas. Los ojos de Lali se llenaron de lágrimas y deseó que el coche en el que viajaban Enzo y Marco dejara de seguirlos tan de cerca. La camioneta no alcanzaba una gran velocidad en subida. — ¿y qué dijo papá? – Lali no pudo evitar la pregunta.

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