-Antes de decírselo, el señor Lanzani quería que le diéramos el alta para volver a trabajar. Es obvio que para un hombre con un carácter tan fuerte y una mente tan trabajadora es difícil aceptar un incidente inexplicable.
Lali se quedó de piedra al darse cuenta de que, si Peter había olvidado los últimos cinco años de su vida, ni siquiera se acordaría de ella.
-Es una suerte para nosotros que haya venido usted porque le va a ser de gran ayuda -dijo el médico. -¿Julia no está?
-Creo que se ha ido esta mañana para acudir a un compromiso social -contestó el doctor Lerther.
Atónita, Lali tragó saliva. «¡Muchas gracias, tía Julia!», pensó para sí. Era evidente que en aquella familia no se querían mucho. Entonces, Lali se sintió todavía mucho más en deuda con él y se dio cuenta de que se moría por verlo.
Le pareció deshonesto por su parte seguir haciéndose pasar por su esposa, pero no podía hacer nada porque le había prometido que jamás revelaría a nadie las condiciones en las que se habían casado.
Por eso, decidió decir la verdad a medias.
-Peter y yo hemos estado... distanciados -declaró.
-Le agradezco su sinceridad y le aseguro que esto no saldrá de aquí, pero me gustaría pedirle que no le contara usted al paciente nada que lo pudiera preocupar -le rogó el médico-. Aunque él no quiere admitirlo, todavía está en observación y no queremos que nada impida su completa recuperación.
Lali asintió.
-Es una suerte que esté usted aquí porque su marido necesita a alguien cerca en quien poder confiar. No se deje engañar, está débil.
-No me puedo imaginar a Peter débil -contestó Lali con un nudo en la garganta.
No comments:
Post a Comment