POR supuesto que no vamos a renovarle el contrato. El Banco Lanzani no es lugar para directores de fondos que no saben realizar su trabajo dijo Peter Lanzani con el ceño fruncido. Delgado, alto, de pelo oscuro, guapo aunque de rasgos duros, el señor Lanzani era un banquero internacional y un hombre muy ocupado que consideraba aquella conversación una pérdida de tiempo. Gaston, su director de recursos humanos, Carraspeó
Había pensado que... quizás hablando con Rawlinson conseguiríamos que volviera al buen camino...
Yo no doy segundas oportunidades a nadie -lo interrumpió Peter con voz tajante-. Por si no te has dado cuenta, nuestros clientes, tampoco. Está en juego la reputación de mi banco.
Gaston Dalmau se dijo que también estaba en Juego la reputación de Peter como uno de los banqueros más inteligentes del mundo. Peter, millonario suizo descendiente de nueve generaciones de banqueros era considerado por muchos como el más brillante de todos ellos.
A pesar de su inteligencia y de su enorme éxito profesional, no tenía piedad con los empleados que tenían problemas personales. De hecho, su falta de humanidad daba pánico.
Aun así, Stefan hizo un último esfuerzo para interceder por el empleado caído en desgracia.
-Su mujer lo dejó el mes pasado...
-Soy su jefe, no su psicólogo -contestó Peter-. Su vida privada no es asunto mío. Una vez aclarado aquello, Peter se metió en su ascensor privado y se dirigió al aparcamiento. Mientras conducía su Ferrari seguía enfadado.
¿Qué clase de hombre dejaba que la pérdida de una mujer interfiriera en su meteórica carrera?Peter decidió que su empleado tenía que ser un hombre débil y sin disciplina. Desde luego, un hombre que lloriqueaba mientras contaba sus problemas personales y que esperaba que se lo tratara de manera especial por ello era un anatema para él. La vida era todo un reto en sí misma y Peter lo sabía porque había tenido una infancia de
felicidad austera cuando su madre se había marchado de casa cuando él tenía dos años. Con ella se habían desvanecido las esperanzas de criarse con amor y cariño.
Cuando contaba cinco años, había ingresado en un internado y sólo había recibido permiso para ir a casa cuando sus notas habían cumplido las elevadas expectativas de su padre.
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