El espacio destinado a los pasajeros parecía más un salón de lujo que un avión. ¿Acaso Peter se daba cuenta de la suerte que tenía? ¡En absoluto!Lali observó a su anfitrión. Habían estado esperando a que el aeropuerto les concediera permiso para despegar, y mientras tanto él había recorrido la habitación de un lado a otro rebosante de frustración e impaciencia. Por fin habían despegado, pero él seguía exactamente igual.
Lali estuvo contemplándolo. Tenía el cabello negro azulado, perfectamente peinado, con un estilo que encajaba con la forma de su cabeza. Los ojos, espectaculares, estaban enmarcados por largas pestañas negras. Las pupilas eran del color verdosa, capaces de brillar como la esmeralda. Y los fuertes pómulos le añadían carácter. La nariz, arrogante, parecía advertir de ello. ¿Y aquella boca, generosa y perfecta? Inspiraba pasión y sensualidad. Lali no pudo dejar de preguntarse cómo tal conjunto de rasgos podían dar lugar a un rostro tan devastador. Para cuando llegó a ese punto de la reflexión se dio cuenta de que estaba excitada, y tuvo que admitir algo que hubiera estado perfectamente dispuesta a negar. ¿A quién había querido engañar al decir que Peter le producía repulsión? Aquella revelación dejó
atónita a Lali, que hacía años que no se sentía atraída por ningún hombre. Pero tenía que tratarse simplemente de unas pocas hormonas que, mediante trampas, pretendían recordarle que podía ser tan estúpida como cualquier otra mujer. Peter Lanzani resultaba increíblemente sexy aún de mal humor, y si era ella quien se había dado cuenta entonces es que era verdaderamente sexy. Poseía esa extraña fluidez en los movimientos que tenían los hombres con perfecta conciencia de su propio cuerpo, se movía como un enorme gato sobre patas almohadilladas. Y su cuerpo era perfecto. Hombros anchos, estómago plano y tenso, caderas estrechas, muslos largos y poderosos... Lali iba tomando buena nota de todos los detalles. Un hombre de ensueño... hasta que abría la boca. O mientras no la dejara cargar con las bolsas o la mirara con aquel infinito desdén sin ocurrírsele preguntar siquiera si tenía hambre o sed. Peter no era un hombre de sentimientos. Era duro, egoísta, de mente cuadrada y por completo centrado en sus propios deseos...
De pronto Peter la pilló mirándolo y frunció el ceño. Lali se encogió asustada. Los ojos de él iban del esmeralda intenso al topacio, observó Lali sintiendo de pronto que le faltaba el aliento. Sin embargo aquella era uná sensación nueva para ella, como si
estuviera al borde de la más pura excitación, incapaz de apartar los ojos de él. Era una excitación enfebrecida. El corazón le latía acelerado en los oídos mientras la boca se le quedaba de pronto seca. Una llama ardiente se retorció en su interior dándole color a su semblante.
-Son las tres de la madrugada en Grecia, deberías tratar de dormir -murmuró Peter con voz espesa.
El mero sonido de aquella voz profunda y masculina fue como miel para los oídos de Lali, la hizo estremecerse. Parpadeó y se puso en pie.
-¿Dormir?
Peter alargó una mano y pulsó un botón. Sus alucinantes ojos estaban semiocultos por las espesas pestañas. Lali se sintió intensamente violenta. Mientras se ponía en pie, mirando a todas partes menos a él, apareció una azafata que la guió hasta un compartimento con una cama. Lali se dejó caer al borde de ella, desconcertada ante la poderosa reacción de sus pechos y de sus pezones, completamente tensos. Nunca en la vida la había mirado ningún hombre haciéndola sentir una excitación y una urgencia tan fuertes y poderosas. Pero Peter lo había conseguido. Lali estaba perpleja ante aquel descubrimiento, y tan avergonzada de su reacción física que había sido incapaz de controlarse. ¿Acaso se había dado
cuenta él de lo sucedido? Cerró los ojos con fuerza. Estaba asustada ante la sospecha de que Peter no sólo lo había notado, sino que además había querido perderla de vista precisamente por eso.
otro
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