Aquélla no era la forma en que tenía por costumbre comportarse con el sexo opuesto. De hecho Peter debería de haberse hundido como una piedra bajo el peso de sus prejuicios. Lali siempre desconfiaba de los hombres atractivos, y era muy consciente de que los hombres ricos veían a las mujeres como trofeos. Su propio padre había sido uno de ellos.
Sin embargo de pronto se veía forzada a admitir que ni siquiera sus más fuertes convicciones tenían porqué influir sobre su comportamiento. Peter irradiaba magnetismo, aunque eso no excusara el hecho de que se hubiera comportado como una colegiala. En la vida real Cenicienta hubiera contemplado a su príncipe de lejos, fuera de su alcance, bailando con una princesa. No, Peter no era un ser superior para ella, pero era una persona tan fría, despiadada, dura y con tan alto estatus que resultaba completamente fuera de su alcance. Se sentía atraída hacia él, eso era todo. Lali se puso el camisón de tirantes y salió fuera. La sirvienta volvió a aparecer con una bandeja.
Lali comió con apetito y luego se acurrucó en el sofá para caer dormida.
La llegada de otra bandeja de comida fue lo que la despertó. No tenía hambre. El sol comenzaba a ponerse, no podía creer que hubiera estado durmiendo toda la tarde. No iba a poder dormir durante la noche, y era una lástima no haber aprovechado para salir a pasear y ver la playa. Lali rebuscó por entre los CDs almacenados junto al equipo de música. Sonrió para sí misma y puso uno de flamenco recordando las interminables clases que su madre le había obligado a tomar. Bailar era el mejor modo de exteriorizar las emociones. Dejó que el ritmo invadiera su cuerpo y fluyera por él creando una serie de movimientos experimentales y después relajó los músculos. Entonces, justo con el ritmo más rápido, se dejó llevar por la pasión de la música.
Su respiración era entrecortada y rápida, tenía los músculos tensos y la piel sudorosa. De pronto, al terminar la música, Lali se detuvo. Dejó que su cabeza cayera y arqueó la espalda en una curva perfecta.
-Eso ha sido increíble... -comentó Peter en un murmullo lleno de énfasis, con voz ronca. Lali giró sobre sus talones mientras su mirada ausente desaparecía para adquirir una expresión de desconcierto. Peter estaba de pie, entre sombras, cerca de la puerta. Se había quitado la chaqueta y la corbata, pero aún parecía una estatua de bronce-. Ha sido extraordinario, con tanta pasión en cada movimiento... cada gesto cuenta una historia.
Un ligero rubor subió a las mejillas de Lali, que se enfadó.
-Deberías de haberme dicho que estabas aquí... ¡no tenías derecho a observarme en silencio!
-No quería interrumpirte... -contestó Peter con un brillo en la mirada, que quedó fija sobre los labios rosas de ella.
Lali abrió la boca. Una tensión comenzaba a apoderarse de su cuerpo y del aire.
-Ésa no es excusa... -protestó ella.
-Cristo, ¿hay algún hombre que te haya interrumpido y siga vivo? -preguntó Peter echando atrás la cabeza sin dejar de contemplarla. Lali estaba tan tensa y tan quieta que podía sentir cada uno de los latidos de su corazón. Su mirada colisionó con la de él y sintió que la intoxicaba. Mareada y desorientada, fue incapaz de pronunciar ninguna frase con sentido como
respuesta. De hecho le resultaba tan difícil seguir pensando que sencillamente se quedó mirándolo. Pero su cuerpo sí que respondía. Sus pulmones respiraron hondo arriba y abajo, y sus pezones se tensaron prominentes.
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