Y, para ser sinceros, Lali sabía que no podía confiar en sí misma estando junto a él. Deseaba a Peter lo deseaba como jamás había deseado a ningún hombre, y sólo darse cuenta de ello resultaba aterrador. Pero mucho más peligroso era aún pensar que se moría de ganas de hablar con él, de escucharlo, de estar con él...
Todo en su interior la advertía del peligro. Peter era incapaz de enfrentarse a sus propios sentimientos en aquel momento, y por eso centraba su atención sobre ella. Ésa era la cruda realidad, la verdad sobre su supuesto deseo hacia ella. Era la técnica masculina habitual para evitar la verdad. Peter hubiera bailado sobre cristales antes de admitir que deseaba hablar sobre las relaciones que había mantenido con su padre.
Lali volvió de pronto sobre sus pasos tomando una decisión. Peter estaba mirando al mar con las manos en los bolsillos del pantalón.
-Apuesto a que nunca te ha ocurrido realmente nada malo -respiró Lali.
-¿De qué diablos estás hablando? -preguntó Peter volviéndose.
-¿Tuviste una infancia feliz?
-Sí.
-¿Y tuviste una relación íntima con tu padre antes de alejaros el uno del otro?
-Por supuesto -confirmó Peter desalentándola que preguntara más.
-Entonces, ¿por qué no puedes concentrarte en los buenos momentos que pasaste con él?
-¿Qué sabes tú de cómo me siento? -preguntó él agresivo.
-Sé cómo te sientes, pero sencillamente no comprendo cómo no aprecias más la suerte que tuviste al disfrutar de todos aquellos años de felicidad con tu padre -Peter se volvió, incapaz de pronunciar palabra,con expresión de ira-. Yo... tuve un padre que ni siquiera le dejó a mi madre inscribirme en el registro con su apellido, un padre con el que me crucé en una ocasión por la calle y que fingió no conocerme -confesó Lali-. Y sin embargo mi madre nunca dejó de venerar la tierra que él pisaba -Peter la miró frunciendo el ceño, lleno de incredulidad-. Tuve una riña muy fuerte con mi madre el día antes de morir -continuó Lali estremeciéndose por las lágrimas-. Yo tenía dieciséis años, y la quería tanto que me moría de preocupación por ella. Pretendía sacarla de su estado de depresión, persuadirla de que merecía la pena vivir aunque fuera sin mi padre...
Peter se había acercado sin que Lali lo advirtiera. Cerró los brazos en torno a ella y la estrechó con fuerza. Lali pensó fugazmente en que nada estaba ocurriendo como había imaginado. La cálida e íntima fragancia de él inundaba sus sentidos al respirar. La tranquilidad, el apoyo que significaba su poderoso cuerpo resultaba embriagador. Era Peter quien hacía de pronto las preguntas, y sin vacilar. Y Lali se lo contó todo. Su madre, Gimena Esposito, era la hija única de un próspero viudo, y nunca había tenido que enfrentarse a la realidad. Vivía idolatrada por su padre. A los veintiún años se enamoró y se comprometió con el padre de Lali, Nicolas. Pero poco después su padre sufrió una bancarrota y todo se vino abajo.
-Nicolas no quería a mi madre sin su dinero -continuó Lali-. Rompió el compromiso y poco después se casó con la hija rica de un industrial.
-¿Así que dejó a tu madre cuando estaba embarazada?
-No, no fue tan sencillo. Unas semanas después de casarse mi padre fue a ver a mi madre y le dijo que había cometido un tremendo error, que aún la amaba. Y ese mismo día me concibieron a mí. Mi madre creyó que él abandonaría a su mujer.
-Ah... -murmuró Peter-, pero no era ésa su intención,¿no?
massssssssssss
ReplyDeleteotro
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