-¿Por qué no te vas al mostrador de embarque y me esperas allí?
-Me quedaré aquí para despachar ciertos asuntos que...
-¡No vas a quedarte aquí mientras yo elijo prendas de lencería! -exclamó Lali como una olla a presión a punto de estallar, con ojos negros airados y tan brillantes como una joya-. ¡Además, no necesito tantas cosas!
-Te pago para que hagas lo que se te dice... -alegó él con ojos verdes intensos.
- ¡Pues si voy a soportarte necesito al menos un poco de espacio!
La brillante mirada de Peter resplandeció literalmente hablando. Un rubor oscuro acentuó los esculturales pómulos. Nunca nadie le había hablado en ese tono, y la incredulidad emanaba de
él por oleadas.
-¡Basta, deja ya de ejercer presión en todas partes! -continuó Lali.
-Pero...
-Desde que hemos entrado aquí te has comportado de un modo atroz -lo condenó Lali sin piedad -. Vete al mostrador de embarque y cállate ya. Y procura no aterrorizar a nadie más.
Lali le dio la espalda, imperturbable ante la ira que él trataba por todos los medios de refrenar, y eligió unas sandalias de tacón alto negras. Se las probó. Le sentaban bien. Se las pasó a Peter sin mirarlo siquiera y se reunió con la encargada en la zona de lencería, donde eligió un camisón y algunos conjuntos de ropa interior. Discutir en público no servía más que para mortificarla. Accedería a comprar la ropa y luego la dejaría abandonada en cuanto perdiera de vista a aquel horrible hombre. La idea de tener que pasar treinta y seis horas con él la enfurecía. Peter le devolvió el vestido azul y los zapatos.
-Póntelo -ordenó con una insolencia estudiada. Lali entró en el probador. Aquel hombre no tenía modales. Debía de encantarle discutir, no tenía pelos en la lengua y además era un desinhibido. Y en cuanto a su forma de reaccionar cuando alguien lo trataba con la misma medicina... ardía en llamas y estallaba como un cohete. Para cuando Lali salió del probador toda la plantilla de empleados estaba atareada envolviéndoles la mercancía.Lali nunca se había alegrado tanto en su vida de abandonar una tienda.
-Supongo que ahora querrás entrar en ésa de ahí - comentó Peter con una expresión de condena mal
disimulada, haciendo un gesto hacia una perfumería.
-No, me las arreglaré. Los hombres primitivos se lavaban los dientes con un palito, ya encontraré alguno por ahí.
Peter se quedó mirándola atónito. Y después sorprendió terriblemente a Lali. Echó la cabeza atrás y rió con espontaneidad, realmente divertido. Lali lo miró con el pulso acelerado. Su blanca dentadura contrastaba con la piel aceitunada, y sus ojos verdes brillaban. El humor había borrado todo rastro de tensión de su rostro, y Lali, desorientada, fue capaz por fin de apreciar lo atractivo que era.
-No me gusta ir de compras -le confió él en secreto, con voz ronca, como si ella aún no se hubiera dado cuenta-. Por lo general otras personas compran por mí.
Lali se sintió de pronto incómodamente excitada, de modo que bajó la vista al suelo. Sin embargo en su mente seguía viendo la imagen de aquel devastador rostro oscuro y mediterráneo. Y la conciencia de ello, la mera idea, la inquietó. Peter Lanzani no estaba haciendo el menor esfuerzo por impresionarla, y sin embargo ella era plenamente consciente de su apabullante atractivo y sexualidad masculina. No le gustaba esa
sensación, le molestaba sentirse tensa e incómoda en presencia de él.
me encanta esta lali que no se deja intimidar por peter mas
ReplyDeletemas ♥
ReplyDeleteotro =)
ReplyDeletePoniéndome al día con ests historia está buenisima
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