Saturday, September 26, 2015

capitulo 24

Peter comprendió que no era el único que estaba increíblemente excitado, así que la dejó ocuparse de su camisa y de su cinturón mientras se ocupaba de subirle la falda vaquera hasta la cintura.
Dio gracias al cielo cuando vio que no llevaba medias sino solamente unas braguitas que no tardó en deslizar por sus piernas.
Para entonces,Lali había logrado desabrocharle la hebilla del cinturón y se estaba ocupando de la cremallera de los vaqueros. Peter no dudó en ayudarla.
En cuanto su erección estuvo libre, tomó aire y la miró a los ojos. Lali también lo estaba mirando. Peter vio que tenía la respiración entrecortada y una expresión de impaciencia en el rostro.
Sintió que, tal vez, debería decir algo. Por ejemplo, que estaba muy guapa o que la quería mucho, pero no se le ocurría nada que no sonara falso, así que prefirió callar. Decidió que era mejor no intentar sonar romántico ni caballeroso y se limitó a besarla.
Lali también lo besó y le pasó los dedos por el pelo. Sin dejar de besarla, la tumbó sobre el asiento de la furgoneta y se arrodilló entre sus piernas. Con un leve movimiento de su pantalón y de la falda de Lali, se encontró dentro de ella.
Su cuerpo lo recibió húmedo y Peter se sintió en el paraíso, dejando escapar un gemido de placer y apoyando su frente contra la de ella para intentar recuperarse.
—¿Estás bien? —le preguntó.
A continuación, sintió que Lali asentía y que apretaba los músculos internos de su vagina alrededor de su erección para animarlo a que siguiera adelante.
Qué dulce agonía.
Aquella mujer era increíble, abierta y deseosa, fluida y graciosa, pero a la misma vez salvaje y desinhibida.
Tenerla entre sus brazos era como sentir una corriente eléctrica por todo el cuerpo. No había vuelto a acostarse con una mujer desde que había descubierto la infidelidad de Suzanne, así que no le extrañaba que estuviera deseoso de que una mujer lo acariciara.
Podría haber seguido adelante con su celibato, pero, ahora que había probado el cuerpo de Lali, no podía parar de besarla y de acariciarla. La quería desnuda y a su lado, gimiendo y disfrutando las veinticuatro horas del día.
La gente podría pensar que, dado que llevaba tanto tiempo sin estar con una mujer, cualquier mujer le habría servido, pero algo le decía a Peter que no era cierto. Una parte de él sabía que si no hubiera roto el celibato con Lali, tal vez, no lo habría roto con nadie.
En los cuatro años que llevaba divorciado, ninguna mujer lo había tentado lo suficiente como para romper el celibato.
Hasta que Lali había compartido con él una sesión de sexo maravilloso en el establo.

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