Thursday, September 24, 2015

capitulo 6

Al oír que una tabla de madera crujía detrás de ella, se giró y, para su sorpresa, se encontró con que Peter la había seguido.
—No hacía falta que me acompañaras —murmuró.
—Me apetecía —contestó Peter sin darle mayores explicaciones.
Tras decidir que Peter hacía lo que le daba la gana, Lali siguió buscando a los gatitos. Los encontró hechos un ovillo a todos juntos en un rincón. Eran adorables, tan pequeñitos que se los podía tener a todos en la palma de la mano.
Lali había estado jugando con ellos todos los días desde que los había descubierto. Tenían los ojos abiertos, pero todavía caminaban con dificultad.
Emma no quería perturbarles el sueño, lo único que quería era asegurarse de que estaban bien e irse, pero, cuando se disponía a hacerlo, apareció la gata, se frotó contra las piernas de Lali y se colocó junto a sus cachorros para darlos de mamar.
Al ver a su madre, los gatitos se arremolinaron a su alrededor y comenzaron a comer y Lali aprovechó la oportunidad para acariciarlos.
Normalmente, los felinos que vivían en los establos se asustaban de los humanos porque no les solían hacer mucho caso, pero Lali siempre los había tratado bien y desde que era pequeña siempre los había buscado y acariciado, así que ahora tenían un establo lleno de gatos cariñosos que acudían buscando caricias siempre que los oían entrar.
—Son preciosos —murmuró Peter a sus espaldas.
Lali se sobresaltó pues había olvidado su presencia, algo difícil porque Peter lo llenaba todo.
—Bueno —comentó nerviosa dando un paso atrás—, sólo quería ver si estaban bien. Nos podemos ir.
—¿Qué prisa tienes? —le preguntó Peter sentándose sobre una bala de heno—. Si esperamos a que terminen de mamar, podrás acariciarlos un rato.
Lali se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros y se columpió sobre los talones. Obviamente, podía ir al establo a acariciar a los gatos siempre que quisiera y Peter lo sabía perfectamente. Era obvio que quería quedarse un rato. Teniendo en cuenta que Lali ya no solía tener ocasión de hablar con él, y menos a solas, decidió sentarse a su lado.
Así lo hizo, manteniendo la espalda recta y las manos sobre las rodillas. Pensó en algo que decir, pero ya había agotado la lista de temas en el trayecto a casa, así que no se le ocurría nada que decir.
—¿Te lo has pasado bien en la fiesta? —le preguntó Peter.
—Sí, el picnic del Cuatro de Julio siempre está bien —contestó Lali.
—Sí —comentó Peter metiéndose una pajita en la boca—. He probado tu tarta de cerezas antes de que volara. Estaba buenísima.
—Gracias.

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