Thursday, November 5, 2015

capitulo 25

Para completar el atuendo, se puso unos pendientes de plata y un par de zapatos bajos de color rosa. No era ropa tan descarada como la que Peter podría esperar, pero era un cambio, comparado con lo que solía usar ella.
Volvió corriendo, se detuvo un momento para serenarse y abrió apenas la puerta.
¡Dios! ¡Estaba más guapo de lo que lo recordaba! Llevaba el pelo un poco despeinado, como si se hubiera pasado los dedos por él unas doce veces mientras esperaba. La miraba achicando sus ojos verdes, como con desconfianza, pero por lo demás, parecía muy relajado. Llevaba unos pantalones verde musgo a juego con la chaqueta, y debajo una camisa marrón.
Estaba para comérselo, como habrían dicho algunas adolescentes que iban a la biblioteca.
—Hola, Peter —lo saludó casi sin aliento, con cuidado de no abrir demasiado la puerta para que no pudiera ver su apartamento.
Tenía miedo de que si veía su sofá estampado con flores, los gatos de cerámica y la sosa decoración de su piso, se diera cuenta de que no era una vampiresa sino una ñoña, y descubriese que toda su personalidad era una farsa.
—Lali—murmuró él, casi aliviado—. Eras tú. No estaba seguro cuando te vi en la calle, pero esperaba que lo fueras —Peter sonrió y luego miró hacia el interior de su apartamento—. ¿No vas a invitarme a pasar?
—En realidad… —Lali se dio la vuelta y agarró el bolso que había dejado colgado al lado de la puerta—. Estaba a punto de salir.
—Estupendo. Iré contigo.
Aquello la dejó paralizada. Sintió un nudo en el estómago del pánico. Maldita sea. Le había dicho lo primero que se le había pasado por la cabeza, sin pensar que él querría acompañarla a donde fuera.
—Mmm…
—Venga —le dijo él—. Tengo el coche por aquí… Peter era demasiado encantador como para negarse.
Lali suspiró y dijo:
—De acuerdo, pero déjame que haga algo antes.
Antes de que él pudiera detenerla, le cerró la puerta en la cara, luego se colgó el bolso al hombro y fue hasta el teléfono.
Se inventó una historia de una emergencia personal y llamó a la biblioteca. Habló con la supervisora y le pidió la tarde libre, mientras guardaba en el frigorífico la mayonesa, la lechuga y el fiambre que había sacado antes.
Marilyn, gracias a Dios, fue muy comprensiva, pero Lali se preguntó cuántas veces más podría llamar a su trabajo sin que sospechasen o sin que perdiera el empleo.

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