Una pelirroja de formas sinuosas y grandes pendientes, vestida con un traje rosa ajustado, escotado casi hasta el ombligo, apoyó sus grandes senos en la barra. El modo en que lo miró mientras él le preparaba el cóctel, le hizo sospechar que tenía bastantes posibilidades de llevársela a su casa, si quería.
Gracias al Hot Spot, y a su personalidad, quería creer, su cama estaba vacía sólo cuando él quería que lo estuviera.
Le dio la copa a la .pelirroja Iba a inclinarse hacia delante para hacer su primer movimiento cuando un reflejo de oro al final de la barra llamó su atención. Giró la cabeza y vio la chaqueta verde oliva de polyester, el pelo negro brillante y las excesivas joyas de uno de los clientes habituales de su bar. El hombre, un tipo de mala fama, tenía la costumbre de estar alerta a todos los movimientos del bar, sobre todo si se trataba de mujeres.
Normalmente, Peter lo consideraba inofensivo. O, al menos, pensaba que cualquier mujer lo suficientemente tonta como para salir con un gigoló se lo merecía. Pero Peter miró a su acompañante de aquella noche y descubrió algo en su actitud que le chocó y le hizo sospechar que no pertenecía a su clientela habitual.
Su aspecto era el de una mujer de las que acudían a su bar. Llevaba un vestido negro ceñido y corto, el cabello rubio voluminoso y con laca. Pero no la había visto bailar. No se estaba mezclando con la multitud, y no parecía estar interesada en lo que aquel individuo le decía al oído. Estaba mirando fijamente su bebida, y revolviéndola con una pajita. Observó al hombre deslizar un dedo por el brazo desnudo de la chica. Y a ésta alzar la mirada, sorprendida, como si acabase de despertarse de un sueño confuso. Luego la vio bajar la mirada y fijarla en los dedos que la acariciaban, tragar saliva y asentir con la cabeza.
El hombre de pelo engominado se levantó del taburete del bar inmediatamente. La mujer terminó su copa, agarró su bolso y lo siguió. Peter sintió un nudo en el estómago.
Había algo que no iba bien. Normalmente no se metía en los asuntos de sus clientes, pero al ver aquella escena tuvo la sensación de ver una enorme y desagradable araña esperando cazar en su red a una diminuta e inocente mariposa.
Peter caminó hacia el extremo de la barra, deteniéndose a medio camino para decirle al camarero de la barra que una vez más se marchaba de la barra.
Rodeó la barra y se puso frente al gigoló antes de que éste pudiera llevarse a la rubia quién sabe dónde. El hombre miró a Peter. Éste lo miró. Pero luego decidió no perder el tiempo con él.
Dirigió su atención a la mujer y dijo:
—Hola —le dio la mano—. Soy Peter Lanzani, el dueño del Hot Spot.
Ella lo miró mientras le daba la mano.
Quitando sus zapatos de tacón y el peinado, era muy baja.
quiero mas
ReplyDeleteMaass
ReplyDeleteotrooo
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