Por un lado el atuendo le parecía demasiado atrevido. Pero… ¿No era lo que buscaba? El día que había estado con Peter también había llevado ropa demasiado atrevida y había aparecido él sin ni siquiera proponérselo.
Además, la mujer del vestido rojo que veía en el espejo, era exactamente la que Peter esperaba.
—Espero que tenga razón —dijo Lali.
—Oh, querida, tengo razón. En cuanto te vea ese hombre tuyo, va a tener que hacer un esfuerzo para no decirte nada.
—Él no es mi hombre —la corrigió Lali, bajando la mirada.
—Todavía, no, quieres decir. Pero ven mañana y dile a la señorita Latifa si no ha cambiado eso.
La sonrisa de la mujer era contagiosa, ¡y estaba tan segura de que aquél era «el vestido»!
—De acuerdo —dijo Lali—. Pero también necesitaré zapatos y accesorios… Acepta tarjeta de crédito, ¿verdad?
Lali estaba lista cuando apareció Peter aquella noche. No había querido retrasarse, para no tener que hacerlo pasar a su casa. Y arriesgarse a que Peter se pusiera a mirar sus cosas.
Además del vestido rojo, llevaba unas medias con costura y zapatos rojos de satén. Lucía unos pendientes de oro, una cadena en el cuello y una pulsera a juego. El cabello le caía suelto sobre los hombros, y a un lado tenía unos mechones recogidos sujetos con unas peinetas casi invisibles. La mujer de la boutique la había convencido para que llevase un pequeño bolso para completar el conjunto.
Lali había puesto una barra de labios, el maquillaje, y la llave de su apartamento dentro. Y luego había esperado en la cocina, con el corazón latiéndole aceleradamente, ante la perspectiva de ver a Peter.
Aunque había estado esperándolo casi media hora, cuando él tocó el timbre se sobresaltó.
Respiró profundamente y trató de serenarse.
Cuando se recompuso, fue a abrir la puerta.
El solo verlo le quitó el aliento durante un segundo.
Peter se quedó de pie en el pasillo. Le sonrió. Su sonrisa era sexy, encantadora, y el brillo de sus ojos, muy pícaro.
Llevaba un traje oscuro con una camisa verde debajo.
Pero ella también estaba sexy, aquella noche al menos, se dijo Lali.
Lali sonrió, se colgó el bolso del hombro y cerró la puerta.
—Hola —dijo ella.
Maasss ❤
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