La sorpresa había dilatado los ojos de Lali. Miró hacia otra parte para ocultar su angustia. Una sensación de amarga humillación la atenazaba.
-¿Cómo lo averiguó? -preguntó cuando pudo recuperar el control.
-Tu abuela me lo dijo, pero ya era demasiado tarde... Le ofrecí dinero pero no lo aceptó. No se lo dije a Peter. Por supuesto que no. ¡Dios santo! Nunca creí que volverías.
Lali inclinó la cabeza. No deseaba verla.
-¿Qué le pasó a tu hijo? -le preguntó secamente Mercedes-. ¿Lo entregaste en adopción? Supongo que te deshiciste de él en seguida.
Lali cerró los ojos, deseando ardientemente poder acallar con la misma facilidad esa voz histérica y chillona.
-Lo perdí.
-¡Esa maldita mujer! Todos estos años... Pudo habérmelo dicho en vez de dejarme con la duda. -Antes dijo que Peter le echaría la culpa a usted -le recordó Lali con tono áspero-. No veo por qué. Ni siquiera veo por qué debemos hablar de esto. Es algo que sucedió hace muchos años. -¿El niño era o no de él? -le preguntó con cierto placer ofensivo.
Lali le sostuvo la mirada.
-Sí, era de Peter. Por eso no le dije nada.
Mercedes se volvió hacia la ventana. Sus movimientos denunciaban que se hallaba todavía en un estado muy inquieto.
-¿Sabías que tu madre trabajó un tiempo en las oficinas de la finca?
-¿Mi madre?
Lali la miró fijamente.
-No, no lo sabía.
-Peter apenas tenía dos años -prosiguió la mujer, con los labios apretados-. Por mi parte yo conservaba todavía intactas las ilusiones de mi matrimonio. Fue tu madre la que me decantó.
Charles resultó humillado, quedó en ridículo a consecuencia de lo que ella me dijo.
Lali frunció el ceño.
-No entiendo -repuso, aun cuando sabía que tenía un miedo terrible de entender.
-¿No entiendes? -preguntó Mercedes con gran disgusto-. Creo que ahora lo llaman acoso sexual. El la doblaba en edad, era lo suficientemente maduro como para saber lo que hacía. Tu madre se quedó muy impresionada por su conducta. -¿Qué sucedió? -murmuró Lali, intranquila.
-Ella me lo contó. Nunca olvidaré su mirada cuando me dijo que se iba. Sintió tristeza y pesar por mí, pero yo la desprecié por lo que había hecho.
-Pero si ella no alentó a su marido...
-¿Crees que por eso la situación era menos humillante para mí? ¿Crees que nadie se dio cuenta de cuál era su conducta? Tu madre me convirtió en el hazmerreír de la gente. No faltó quien dijera que no había fuego sin humo. Me alegré mucho de que se fuera.
En otras palabras, pensó Lali, su madre había padecido las consecuencias de algo que no había hecho. Desesperada, trató de cambiar de tema.
-Creo que debemos concentrarnos en el presente, señora Lanzani -repuso con suavidad, porque tenía la impresión de que Mercedes le daba la espalda para disimular que estaba llorando.
-Pero las cosas son así de simples. Tal vez no me creas, pero no me caías mal cuando eras niña. No me preocupó demasiado. Me pareció normal que te enamoraras de mi hijo. No me importó gran cosa porque no creía que él pudiera correr peligro. Después de todo, yo había hecho todo lo posible por inculcarle la idea de que tú nunca encajarías en nuestras vidas, y creí haberlo logrado hasta que lo vi besarte en nuestra fiesta de Año Nuevo. Me quedé consternada, pero te eché la culpa a ti.
-Efectivamente -expresó Lali, preguntándose cuándo empezarían a tener sentido las divagaciones de Mercedes.
-Créeme, incluso sin eso -explicó con amargura-, fue una noche terrible. Todo el mundo quería saber dónde estaba Charles y yo no podía decirlo. Antes me había comentado que quería divorciarse, pero no me di cuenta de que hablaba en serio hasta que volvió a casa para la reunión. Lo último que necesitaba esa noche era verte en brazos de mi hijo.
De manera inesperada, Lali sintió una oleada de compasión. Bajó los ojos, pues comprendía que no era el momento de mostrar simpatía. Mercedes se desplomo en una silla, llevándose un pañuelo a la boca.
Maass
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