Monday, December 14, 2015

capitulo 1 y 2

— Y esta es mi asistente ejecutiva, Lali Esposito. Lali apretó la mano de la persona que le fue presentada por su jefe, Edwin Haland. Elegantemente vestida, con el cabello rubio atado en la nuca, ella podría muy bien ser confundida con una patrona millonaria, en vez de ser vista como una simple organizadora de fiestas de caridad. Nadie adivinaría que aquella era la primera vez que Lali fue designada para desempeñar un papel bastante importante, y que había sido invitada en el último minuto a sustituir una funcionaria, ahora enferma. Alguien la tomó del codo, conduciéndola a un lado. — ¿Dónde compraste el traje que estás usando? — Euguenia, su colega de trabajo, preguntó. — ¿Asaltaste algún banco? — Es de mi hermana —Lali susurró. — Como me gustaría tener hermanas así — Euguenia rumió. — Aunque estuviese loca en pedir algo prestado a mi hermana, tendría que luchar para convencerla. Tu hermana debe ser un ángel. — No tanto así, no exageres. —Lali rió. Ella frunció la frente al notar que el buffet estaba sin tocar. Hizo señas al mozo. — ¿Por qué será que la comida no fue servida, Eugue? —le preguntó a su amiga. — El personaje más importante aún no llegó —Eugue respondió. — Ah, ahora me acuerdo. Estuviste de vacaciones, y no conoces a nuestro nuevo patrocinador. — Debe ser una persona muy importante, Eugue, para que el Sr. Haland no comience la fiesta antes que él llegue. — Si, es muy prominente, riquísimo, descendiente de familia filantrópica —dijo Eugue con una sonrisa. — Un manjar caído del cielo. Nuestros directores hicieron de todo para agradarlo. Hasta Rochi, que detesta dar sus homenajes a los hombres, entró con una contribución. — ¿Rochi? ¡Estás bromeando! —protestó Lali. — Es verdad —insistió Eugue. — Rochi se dio el trabajo de salir a comprar una torta especial para él y... — ¡Estás bromeando! —Lali repitió. — No lo estoy. El hombre es atractivo. Subí en el mismo elevador, y recé para que se parara en el camino... No porque espere que ese hombre se aprovechase de la oportunidad. —Eugue suspiró. — Pero, nunca se sabe. A los italianos les gustan las mujeres llenas de formas, y tú no puedes decir que yo no sea de ese tipo. — ¿Es italiano? —indagó Lali. — ¡Ahí está el hombre! —exclamó Eugue. — ¿Dónde? — Dios, ¿no lo ves?

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