Saturday, December 5, 2015

capitulo 10

—¿Su alteza real? —preguntó Valeria—. ¿En serio? ¿Un príncipe te envía una carta?
—Eso parece —contestó ella, abriendo el sobre. Leyó por encima el membrete oficial y el texto cuidadosamente escrito en la parte superior. Y lo releyó, el corazón acelerado—. Oh, Dios mío —dijo con un hilo de voz.
—¿Qué?
—Este tal príncipe Peter quiere que vaya a su reino y me encargue de supervisar todas sus organizaciones benéficas.
Las dos leyeron la carta nuevamente. El príncipe comentaba, con toda clase de alabanzas, los logros conseguidos por Lali en algunos de sus proyectos, y hacía hincapié en lo mucho que podría ayudarle tenerla en Glendovia. Había incluido en el sobre las copias del contrato y esperaba que lo leyera y considerara seriamente aceptarlo.
Lali separó la carta de acompañamiento y leyó el contrato de una página. Señalaba brevemente cuáles serían sus responsabilidades y obligaciones, si decidía aceptar la oferta de la familia real, así como las obligaciones de ésta hacia ella.
—¿Crees que es legítimo? —preguntó Valeria. El nombre Lanzani le sonaba de algo.
—Supongo que no me costaría mucho comprobarlo —respondió Lali.
Las dos se dirigieron al despacho de Lali, que se puso a buscar entre sus listas de invitados, mientras su hermana hacía una rápida búsqueda en Internet.
—Aquí está —comentó Valeria, cuando las dos descubrieron casi al mismo tiempo que Juan Pedro Lanzani era un príncipe real, y que la isla de Glendovia existía de verdad. Según los datos de Lali, otro miembro de la familia real, la princesa Maria, había asistido a una de las últimas galas benéficas que ella había organizado.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Lali.
—Responder, por supuesto, y agradecerle su generosa oferta, pero no creo que pueda aceptarla. Estoy inmersa en mi próximo evento, y falta muy poco para Navidad. No quiero pasarla lejos de mi familia.
—No te culpo, pero tienes que admitir que es una oferta muy halagadora.
Extremadamente halagadora, pensó Lali, mirando una vez más el membrete real de la carta. Le daban ganas casi de pasar el dedo por el nombre del príncipe. Estaba claro que no le iba a resultar fácil redactar una carta de rechazo.
—Pero tal vez…
Lali miró a su hermana.
—¿Qué?
—Sólo pensaba que, tal vez, este trabajo en Glendovia sea exactamente lo que necesitas.
—¿Qué? —Lali frunció el ceño.

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