-¿Irritarte? Más bien me odias.
-Por ahora he sido un hombre razonable...
-¿Razonable?, -repitió ella, furiosa-. Si ni siquiera me escuchas. Estoy dispuesta a pagar esa deuda a plazos y hacer lo que sea necesario para convencerte de mi credibilidad...
-¿Credibilidad? ¿Qué clase de idiota crees que soy? ¡En este momento, ni siquiera tienes un empleo! -exclamó. De nuevo, Lali se maldijo a sí misma por no recordar cuántas cosas sabía Peter sobre su hermana. El contrato de Marianela como maquilladora en televisión había terminado unas semanas antes, pero le habían prometido volver a contratarla-. De hecho, durante los últimos cinco años sólo has trabajado ocho meses. Y estoy completamente seguro de que no tienes ninguna intención de buscar trabajo. Eres perezosa y frívola. Si no encuentras un hombre que te mantenga, no te molestas en trabajar...
-Eso son tonterías. Soy una persona trabajadora y si tuviera trabajo, haría que te tragases esas palabras -replicó ella, levantando la barbilla.
Peter la miró entonces durante unos segundos.
-¿Cuándo quieres empezar?
EMPEZAR? ¿Empezar que?
-A trabajar para mí. ¿Qué talentos tienes, además de los juegos de dormitorio? preguntó Peter. Lali abrió la boca y volvió a cerrarla-. Creo recordar que estuviste trabajando unas semanas como secretaria.
¿Como secretaria? Peter sabia mucho más sobre Marianela que ella misma. Pero Lali no sabía escribir a máquina, ni usar un ordenador.
-¿Me estás ofreciendo un trabajo?
-Para que hagas que me coma mis palabras, sí -contestó él-. Aunque me temo que no podré ofrecer el meteórico ascenso que te dieron la última vez que trabajaste en una oficina...
Lali frunció el ceño.
-No te entiendo.
-Qué memoria tan selectiva. Después de unos días trabajando, el gerente te hizo su secretaria personal. A la semana siguiente, estabas fuera de la oficina y eras la amante de un hombre casado.
Lali abrió la boca para protestar, pero decidió que era mejor no hacerlo. El sabía mucho más sobre Marianela que ella y no podía rebatírselo. De modo que se encogió de hombros, como habría hecho su hermana.
-Ahora es el momento de decir que todavía te sientes demasiado débil como para trabajar. -¡Me siento estupendamente! -lo desafió ella.
Peter abrió la puerta.
-Entonces, tengo el trabajo perfecto para ti.
-¿Aquí? -preguntó ella.
Peter la tomó del brazo y la llevó a una oficina, con ordenadores, faxes y todo tipo de aparato electrónico.
Masss
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