-Estas señoritas se encargan de mi correspondencia y coordinan varios de mis proyectos -explicó él. Tres mujeres levantaron la cabeza del ordenador-. Esta es mi secretaria personal, Dominga. Dominga, te presento a Lali Esposito - añadió. Lali recibió un saludo frío por parte de la mujer. Por. su expresión, imaginaba que Dominga lo sabía todo sobre su supuesta carrera como buscavidas-.-Dominga te mantendra ocupada.
Lo que siguió durante las siguientes horas fue una de las experiencias más mortificantes en la vida de Lali.
Era difíicil encontrar un trabajo que supiera hacer. No podía contestar el teléfono ni organizar papeles porque estaban en español y cuando le pidieron que pusiera papel en la impresora, provocó un atasco. Pero Dominga no pensaba abandonar y la sentó frente a una máquina de escribir. Lali se quedo mirándola, incapaz de confesar que no sabía utilizarla y empezó a escribir con dos dedos, pero eso no engañó a nadie. La hora del almuerzo no pudo llegar en mejor momento. -Siento haberle hecho perder el tiernpo, Dominga -se disculpó, sintiéndose culpable.
Informada de que podía tomarse la tarde libre, Lali salió de la oficina, imaginando que aquella era una forma de decir que no se molestara en volver.
Pero volvería. Aunque no tenía ninguna cualificación profesional, no pensaba dejarse amedrentar. En la biblioteca en la que había trabajado se dedicaba a sellar tarjetas y ayudar a la gente a encontrar algún libro. Y cuando tuvo la oportunidad de estudiar, no pudo hacerlo debido a la enfermedad de su madre. Pero ella era una chica trabajadora.
Cuando cruzaba el impresionante vestíbulo hacia la escalera, se encontro con Peter que, obviamente, volvía de montar a caballo. Con una camisa blanca, pantalones de montar y botas negras, estaba como para dejar a cualquiera sin aliento. La camisa destacaba sus anchos hombros y los estrechos pantalones, sus poderosos muslos. Con el pelo revuelto y los ojos brillantes, parecia un dios. El corazón de Lali dio un vuelco. Era tan guapo, tan vibrante. Se movía con la gracia de un felino. Cuando él la miró, se le doblaron las rodillas. Ningún hombre la había hecho sentir así y probablemente, ningún otro lo conseguiría. Había empezado a enamorarse de Peter el primer día. Y lo más curioso de todo era que confiaba en él.
Era una seria amenaza para la felicidad de su hermana, pero Lali respetaba su sentido de la ética. ¿Cuántos hombres ricos se habrían molestado en enterarse de las razones por las que un empleado retirado había tenido que volver a trabajar? ¿Y cuántos habrían decidido tomar cartas en el asunto?
-Lali... -murmuró él con voz ronca. Su cristalina mirada la mareó.
Un segundo después, Peter tomaba su boca con ansia. Lali no sabía quién se habia movido primero. Y no importaba. Nada importaba más que estar en sus brazos. Con el duro torso del hombre pegado a su pecho, temblaba violentamente, excitada como si hubiera tomado una droga. Peter se apartó unos segundos después, respirando con dificultad.
-La próxima vez no voy a soltarte, querida.
Lali se apartó, intentando recuperar la compostura.
-Nosotros...
-No hay un <nosotros» -la interrumpió él.
-Por supuesto que no. Lo sé muy bien murmuró Lali, sin convicción.
-¿Has terminado de jugar a las secretarias?
-Sí -contestó ella, dirigiéndose hacia la escalera como si su vida dependiera de ello.
-Creí que ibas a hacer que me comiera mis palabras.
masss
ReplyDeleteespero el proximo
ReplyDeletePeter es un pesado lo odio
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